9 de agosto de 2015

Dormir tranquila

Domingo de elecciones, voto pantufla triste y crispado como dije en Facebook. Llegué como a la una y pico, casi dos, a mi casa, momento en el que almorcé, boludeé reglamentariamente en Facebook y al ver el tiempo tan espantoso que se ha ensañado con la ciudad de las diagonales, me fui a dormir la siesta, a pesar de que sé que eso luego incide en que a la noche me cueste dormir y mañana sea literalmente un parto levantarme a una hora más o menos decente. No importó. Me acosté igual. Hasta Catina vino a dormir la siesta conmigo.
Entonces soñé. Soñé con mi viejo. Será que ayer lo estuve recordando cuando fui a Buenos Aires, será que hoy también lo recordé mientras estaba en la cola más lenta del planeta... me acordaba de que en otras votaciones las mesas estaban divididas en mesas para hombres y mesas para mujeres y que yo siempre hacía rápido y él tardaba más... qué sé yo, esas cosas que piensa uno cuando no llevó un libro y su teléfono no es Facebook-friendly. En el sueño, yo estaba, al parecer, en mi vieja casa y él no llegaba. Tardaba. Tardaba y tardaba. Esta situación la debo haber vivido cientos de veces. Todas las noches él salía y volvía alrededor de las doce o así. Siempre lo mismo: yo escuchaba el ruido de su auto, un ruido que podía identificar entre los cientos de ruidos de autos que hay en una avenida importante como Calchaquí, luego escuchaba el ruido del portón y sabía que, a partir de entonces, todo estaba bien, porque él había llegado y entonces sí yo me podía ir a dormir tranquila, confiada, segura. Pero en el sueño él no llegaba y alguna parte de mí quería decirle a la parte que lo esperaba que ya no lo esperara, que él no iba a venir, que me fuera a dormir o hacer lo que estuviera por hacer porque era inútil esperarlo. Pero esto tampoco era posible y yo seguía esperando, con esa horrible sensación de angustia, inquietud, con el ánimo intranquilo y nervioso... Él no llegaba y yo no podía decirme a mí misma que tampoco iba a llegar. Así me desperté. Con esa sensación tan insidiosa de creer en el sueño que él todavía está y que va a llegar y que entonces yo me voy a poder ir a dormir tranquila. 

Imagen: Analía Pinto (2008)

1 comentario:

Juan Esteban Bassagaisteguy dijo...

Un texto muy sentido, Analía, escrito con el corazón.
Me gustó mucho.
Saludos.

Related Posts with Thumbnails