1 de julio de 2015

¿¡Todavía!?

No debería hacer esto. Debería hacer lo único que sé más o menos hacer: abrir un nuevo documento y escribir lo que, entre sueño y vigilia, pensé esta tarde después de releer la novela Engaño, de Philip Roth. Pero si hago esto y no aquello es porque vuelvo a preguntarme, por mil millón vez, ¿es posible que todavía pueda (y quiera) seguir escribiendo sobre esto? Y esto es, desde luego, lo mismo de lo que trata El depredador y su sonrisa y los quichicientos mil horrorosos poemas y las pequeñas prosas y prácticamente todo lo que he escrito: él. Siempre él. Una vez más, él. 
No es extraño, de todos modos, que la novela de Philip Roth, un escritor a quien amo, haya producido estos obscenos pensamientos: la novela consiste en la transcripción, sin intervención alguna del narrador, de conversaciones entre dos amantes (y algunas otras conversaciones conexas). Fue imposible (realmente im-po-si-ble) no recordar, no pensar, no añorar las conversaciones que tenía con él, en tonos muy parecidos a los del libro. ¿No es cierto que daría cualquier cosa por tener siquiera una de esas conversaciones de nuevo? Oh, sí, claro que sí. Aun sabiendo que no debo, que no es bueno, que para qué, etc. ¿No es cierto que el páramo sentimental en el que me encuentro propicia el viaje hacia el pasado más que cualquier otra cosa? Sí, lo es. 
¿Por qué, entonces, me pregunto, negarse a ello? ¿Qué gano evitándolo? ¿No sería mejor abrir ese documento y escribir lo que pensé hoy? Que, por supuesto, y en el colmo de la originalidad, no es otra cosa que hacer lo mismo que Roth: transcribir aquellas conversaciones que teníamos. Con mínima (o nula o muy sesgada) intervención del narrador. Por lo menos estaría escribiendo algo, no como ahora, me dice una voz no muy amistosa. Puede ser, replico, pero ¿de nuevo lo mismo? ¿Tengo más para decir? ¡Todavía! ¿No es como mucho ya? ¿No se suponía que con la novela esto quedaba zanjado? Y no, esto nunca estará zanjado, ya lo sabemos. 
Después de mucho buscarla, en el lugar menos pensado encontré la foto de la guitarra "con ojitos" y nuevamente supe que esto no se terminará nunca, ni siquiera en la tumba, como dice el bolero.


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