17 de noviembre de 2014

¿Décadas ganadas?

Como es de público conocimiento, he comenzado a leer los Diarios de Abelardo Castillo. Esta maravilla de un maravilloso escritor me hizo, ni bien comencé a leerlos, reflexionar en si ya no era hora de pasar, aunque sea, mis diarios a la PC. No para publicarlos ahora, ¡Dios nos libre!, sino para emprender esa empresa en algún lejano futuro... o algo así. Recordaba que ya había tenido este impulso ¿narcisístico? ¿hedonista? ¿ególatra? alguna vez y así era: en mis archivos de la PC hay una carpeta llamada "Diarios" con un único documento, que consta de una página, en el cual había comenzado a pasar el diario que llevaba a los 20 años, esto es, en 1994... ese documento, con su sola página que narra los acontecimientos del 1º de enero de 1994, fue pasada a la PC en el 2004. Nunca más lo toqué, hasta hoy, noviembre de 2014. Se ve que las décadas me hacen algún tipo de clic -o de ruido menos amigable-, porque a los 30 emprendí (y abandoné) la tarea de empezar a pasar lo vivido a los 20 y la retomo ahora, a los 40... No sé si no la abandonaré ya mismo, pero al menos la he retomado. Cierto que ya he trabajado mucho con mis diarios para las sucesivas versiones de la novela, pero ahora se trata, justamente, de reparar en los otros momentos, en los momentos en los que aparentemente "no pasa nada". 
Imagen: Analía Pinto (2014)
Y la gran pregunta es: ¿qué pasar? ¿pasar todo? ¿pasar sólo "lo importante"? Pero, ¿qué es "lo importante"? ¿es lo que ahora a mí me parece importante? Porque si lo puse por escrito entonces, quiere decir que, entonces, era importante: ¿por qué, pues, cercenarlo? Y las preguntas siguen: ¿corregir todo o no corregir nada? El estilo es espantoso, recargado, amanerado, pomposo, barroco, horrible. ¿Dejarlo tal cual? ¿No quitar ni una coma ni un acento? Imposible. La tentación de guadañar toda esa hojarasca es invencible, pero esa hojarasca me trajo hasta aquí... ¿entonces? No sé.
No sé qué método habrá seguido Castillo que, aún jovencísimo, no era ni barroco ni pomposo ni horrible, sino que ya era acerado, preciso, demoledor, aunque se quejara constantemente de ser inculto y de que todo lo que escribía le parecía horrible, pero ¿a qué escritor que se precie de tal no le parece horrible todo lo que escribe, tarde o temprano? Y más vale que sea temprano, así comienza a corregir desde el vamos, que es lo que todo escritor que se precie debe hacer. Corregir encarnizadamente. Y escribir, de la misma forma.
Castillo, en 1957, lo dice mejor: 
"Aprender a escribir. Tal vez sea imposible pretender ser escritor como se pretende ser abogado, es decir, siguiendo un curso preparatorio, pero es cierto que luego de haber sentido la necesidad de escribir, luego de haber escrito -mal o bien, o medianamente bien-, es necesario aprender. Doblegar el idioma es fundamental, porque nadie expresar nada, ni siquiera la idea más notable, si no consigue antes servirse del idioma.
Corregir, corregir mucho. Hasta poder decir: esto es lo que yo intentaba." (p. 101)
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