29 de octubre de 2010

Esta mujer

Iba a permanecer en silencio frente a los hechos de público conocimiento pero me parece que eso es precisamente lo que muchos están buscando o lo a que otros tantos les gustaría que suceda y no se me da la gana darles el gusto. Iba a permanecer en silencio, básicamente, porque sospechaba que no tenía nada que decir o que era muy poco lo que podía llegar a aportar. Pero hoy estaba chateando con una amiga y entendí algo que puede parecer muy simple (hasta perogrullesco), pero que puede ser también una herramienta insustituible para eso que se denomina "el cambio" o bien "la transformación".
Lo que entendí (y se me ratificó aún más al ver las fotos que ilustran este post) es que hay diferentes modos de luchar y de hacer algo. Hay quienes salen a la calle, llevan una ofrenda de flores o un mensaje a las rejas de la Casa Rosada o rezan. Hay quienes se envuelven en una bandera, a falta del abrazo paternal y simbólico que se fue. Hay quienes lloran, gritan, cantan, aclaman o están absolutamente desolados. Hay quienes no salen de su asombro y su consternación. Y están los que se indignan, los que putean, los que quisieran volver el tiempo atrás. Están los que ya vieron funerales como éstos y están los que no los vieron nunca. Están los que, como yo, argumentan siempre, cada vez que hablan de política, oponiendo un "pero" a sus razonamientos, como un modo de ¿resguardarse? ¿defenderse? ¿no quedar pegados en algo que nos está pasando lo queramos o no? Están los que no son ni fueron K y lloran igual. Están los que son y fueron y serán K y lloran aún más. Están los que se arrepienten de posturas extremistas en el pasado. Están también los que se arrepienten de no haberse involucrado más o de no haber salido a la calle antes. Están también ellos, no hace falta nombrarlos, su sombra es tan evidente y su morbo tan mortífero que es mejor apartarse de ellos con algún amuleto contra el mal de ojo o algo similar. Están los que observan, los que no saben qué partido tomar, los que, quizás, como yo, lamentaron más la muerte de Alfonsín, quizá por haber vivido el 83 como una verdadera fiesta, aunque después vinieran nubarrones muy negros y muy feos. Están también los que no olvidan y los que se acuerdan de algunas cosas, pero no de otras. Están los que directamente no se acuerdan de nada y los que recién hoy se acuerdan de algo. Están las madres, las abuelas (lo pongo así a próposito), esas otras viudas. 
Porque este es un país de viudas, ya va siendo hora de que nos demos cuenta. Y no es una vulgar reivindicación feminista. Nada más lejos de mí. Es una constatación palpable. Las viudas no son, como muchos ilusos creen, mujeres frágiles o incapacitadas que hay que proteger. Las viudas son las más fuertes porque sobrevivieron a la muerte, terrible, injusta, afrentosa, etc., de sus compañeros elegidos, del padre de sus hijos, de su amante, de su proveedor (sí, no nos hagamos los distraídos: la naturaleza ha dictaminado que sea así). Pero no es mi propósito hacer el panegírico de las viudas ni mucho menos.
Lo cierto es que entre todas esas personas también está ella: esta mujer que, nos guste o no, gobierna, dirige y capitanea el país. Esta mujer, y lo enfatizo, y no ya "esa mujer", con el mismo tono despectivo con el que hasta hace dos días muchos (muchísimos) la llamaban "yegua" y otras lindezas por el estilo. Pasó de eso a ser, ahora sí, "la señora presidenta". ¿Qué pasó ahí? ¿Tenía que tener la investidura de viuda también para que se la empezara a respetar? ¿Tenía que pasar por una tragedia semejante para que se la trate como es debido, más allá de las opiniones políticas que se tengan? ¿Qué corrimiento de sentidos hubo ahí, qué pasó para que se pasara de los insultos más degradantes y groseros al trato debido? No lo sé, pero siempre me pareció repugnante la falta de respeto a la investidura (insisto) que hubo con CFK, algo que personalmente nunca había visto. Y todo, claro, porque es mujer y ser mujer se presta fácilmente, por desgracia, a este tipo de conductas deleznables. 
Entonces, vuelvo a lo que decía al comienzo. Hay distintos modos de estar en el mundo y de hacer cosas en ese mismo mundo. Yo elegí la poesía, la literatura, la creación con la palabra. Y desde ahí, doy mi batalla. Ya se sabe que la poesía es una actividad claramente subversiva (¿o por qué creen que tenemos tantos -y tan maravillosos- poetas desaparecidos por la dictadura?). Pero hay otros modos de ejercer esa misma subversión que no es más, en mi opinión, que una lisa y llana apertura de cabezas para que esas cabezas puedan luego tomar sus propias decisiones sin que ningún medio les tenga que estar diciendo qué hacer frente al terrible cuco del censista (no recuerdo que en el censo del 2000 alguien haya salido a decir ¡no le vayan a abrir la puerta al censista porque seguro que es un chorro!). Entre esos otros modos, encuentro, para mí, mis clases en el taller de escritura del Pasaje Dardo Rocha, donde no me canso de repetir que Tinelli no es lo único que existe, entre otras cosas, y también este y todos mis demás blogs: espacios para el pensamiento, para la reflexión, para lo más parecido que se me ocurre a la lucha que otros libran en la calle, en las escuelas, en los barrios y en donde sea. 
Por eso decidí no quedarme en silencio mientras la Historia me pasaba por al lado. Y porque esta mujer, la que ahora tiene que hacer el duelo mientras sigue gobernando, no merece -se piense de ella lo que se piense- que se la deje tan sola con su dolor. No merece, tampoco, que se la deje al acecho de los buitres carroñeros y necrófilos que ya andan rondando, no tanto por ella misma, sino por el país (esa "entelequia" que, en ocasiones como ésta, deja de serlo y se trasluce en toda su feroz cristalinidad, y hasta se puede tocar).

19 de octubre de 2010

No ves los colores como en realidad los colores son

A pesar de que hace ya más de una semana que he vuelto a tener Internet at home, sigo alejada de estas páginas. La razón es que estoy escribiendo en otro lado y deseo no distraer demasiada energía en lo que no sea esa tarea. Pero a veces, ese entramado tan sutil -pero que parece de hierro-, que llamamos "la realidad" (pero que nunca jamás sabremos qué es a ciencia cierta), hace que indefectiblemente me allegue hasta aquí. 
Lo que estoy escribiendo con tanto afán es una novela, de la que tal vez en algún momento tengan noticias. Lo único que puedo decir por el momento es que trata de algo (y de alguien) que ustedes ya conocen, si son lectores de estas curvas y estos desvíos. Sí, estoy escribiendo sobre mi relación con ese músico que tantas veces he nombrado y que no volveré a nombrar ya más... o eso creo. El caso es que hasta he usado algunos de los curvos posteos que hacían referencia a él, ya que, como le contaba a un amigo días pasados, para mí el blog es un primer borrador, es, justamente, una libreta de apuntes y como tal lo uso en la mayoría de los casos. 
Pero ése no es el meollo del posteo de hoy. El posteo de hoy viene "inspirado" en un video que, al parecer, está causando estragos en la comunidad internética. Ha habido, según leo azorada, ataques de pánico, ACVs, malestares digestivos recurrentes, conductas adictivas y obsesivo-compulsivas a repetición, y, sobre todo, toneladas de vergüenza ajena (ya que no propia). 
Y no es para menos. 
No voy a reproducir el video acá porque sería manchar de grasa, vulgaridad, mediocridad, y, sobre todo, de la más deleznable estupidez estas páginas que pretenden, como pueden, mantenerse alejadas de todo eso. Solamente diré dos palabras mágicas y ustedes podrán acceder a él de inmediato: "Hebraica Pilar". 
Bien, ya los veo yutubeando como locos y deleitándose con esa Obra Maestra del Terror. Pero no quiero quedarme en la burla, la ironía y el sarcasmo (no se pierdan los comentarios, por favor), que eso es muy sencillo y es lo que hacemos todos. Nos morimos de la risa y listo, pasamos al próximo video bizarro. Quisiera ir un poco más profundo. Quisiera analizar lo que hay por detrás de esta soberana ridiculez, de esta falta de respeto al buen gusto, al decoro, al más mínimo "recato", aunque la palabra suene ya obsoleta. Ya se sabe que hay cosas que NO se deben ver (se llaman tabúes, vieron), que deben permanecer, por más que a los fundamentalistas de la liberación no les agrade, ocultas, guardadas, secretas. Un video de estas características bien puede ser una de ellas. 
Supero el asco y la vergüenza que me da pertenecer al género femenino luego de ver lo que hace esta "congénere" y procuro preguntarme qué hay en la cabeza de una persona para hacer algo así. No hay nada, es evidente que la chica no puede tener ni media sinapsis exitosa. Pero, sí, hay algo: hay una multitud de deseos y anhelos impuestos por la cultura banal y superficial que nos rodea, en la que Ricardo Fort (otro cerebro hueco) puede imponerse y marcar la tendencia. Entonces, cualquier imbécil con plata se siente autorizado a hacer esta payasada/grasada/ponga aquí el epíteto que le agrade y sentirse completamente impune y hasta quizás, "artista". Por supuesto, del otro lado, hay quienes lucran con esto, porque alguien tuvo que filmar, editar y compaginar "eso" y seguramente no le tembló la mano al entregar su pertinente factura. 
Pero vuelvo a mi primer lineamiento: solamente un cerebro lavado por la moda, la publicidad y la televisión (que, como dijo Bob Patiño, "ha arruinado más mentes que la sífilis"), solamente una cabeza vaciada de todo pensamiento mínimamente crítico puede encontrar algún sentido a semejante demostración de lo peor que hay en los seres humanos, como la degradación, el servilismo y la falta de todo sentido crítico. No sé si alguna vez en mi vida vi una mina más hueca que esta auténtica princesita judía (Erica Jong se quedó corta al lado de esto, no digamos la "Little Jewish princess" de Zappa) que debe estar, con toda seguridad, orgullosísima del regalo (del perfecto escrache) que le hizo a su novio.
Minas como esa justifican con su proceder descerebrado la existencia de los machistas más recalcitrantes, de aquellos que piensan que las mujeres no tienen neuronas funcionantes, que su vida se reduce a la ropa y la cocina, etc. Pero son esos mismos trogloditas los que fomentan la existencia de pelotudas de este calibre al hacer todo lo posible para que cumplan sus "sueños" o, si no, ¿cómo se explica que un "hombre" se preste a tamaña idiotez? Se presta porque tiene el cerebro tan o más lavado que ella, porque su sueño es "tener un plasma" (consumo, consumo, consumo), porque encima es daltónico, no sabe distinguir una naranja de una manzana (¿qué le pasará entonces con las bananas y los kiwis?) y debe tener los mismos anhelos de ser "famoso" como ella, como si la fama significara realmente algo (la fama es puro cuento, chicos, ¿todavía no lo aprendieron?). 
Vivimos en un mundo que no se lo imaginó ya ni Andy Warhol ni Marshall MacLuhan ni ningún otro teórico, pero que sí vieron todos los poetas y vates visionarios del siglo XIX, como Charles Baudelaire, no me canso de repetirlo, un mundo donde "personas" (mi ex diría "humanoides") como éstas ocupan los puestos de poder, digitan las políticas que nos afectan a todos los demás y donde cualquiera que tenga más de una sinapsis exitosa por día es mirado como un bicho raro y como alguien que debe ser rápidamente hecho a un lado. No digamos ya si es alguien que tiene la osadía de leer un libro (y leerlo completo, del principio al final, ¿eh?), de sostener una opinión propia, o de ir contra lo establecido a sabiendas de que se estrellará irremediablemente contra este muro de idiotez que parece infranqueable (pero no lo es). 
Después de la risa y la burla, me da estupor, me da "cosita", me da pena, me da rabia, me da asco (el asco es recurrente en este caso, qué le vamos a hacer), me da pavura que esto tenga trascendencia y otras cosas que son realmente importantes no merezcan ni cinco segundos de atención. Este tipo de "expresiones", que la web ahora pone al alcance de cualquiera son, por si a alguien le quedaba alguna duda, todo lo contrario de lo que una obra de arte debe, puede y tiene que ser. No se me ocurre mejor ejemplo que este para hacerles entender a mis alumnos que la literatura es justamente todo lo contrario a esta aberración, a este exhibicionismo barato, a este falso desnudarse (dense cuenta que a esta mina le sacan estas bobadas y está completamente vacía), a esta falta absoluta del sentido del rídiculo que impera hoy día en nuestro medio.
Es trístisimo, es lamentable, es lo más cursi que vi en mi vida. Y yo después me hago problema por si en mi novela pongo algo medianamente íntimo (pero transformado inexorablemente por la ficción, con lo cual ya deja de ser íntimo) o si digo alguna cursilería en mis poemas: después de "Hebraica Pilar" lo cursi y lo kitsch alcanzaron un pináculo prácticamente insuperable. 

Para que este post no sea tan bajón, le pongo la música que sin duda le corresponde: 


Y aquí, la traducción de la letra, imperdible.

12 de octubre de 2010

¡Las curvas cocinan!

Sí, señores, así es. Qué se creían ustedes. ¿Que porque soy escritora no sé cocinar? ¡Error! Y soy muy buena cocinera, o así me han dicho. Pero para no caer en alardes baratos, en el transcurso de este post encontrarán pruebas irrefutables de mis dotes culinarias.
Porque lo cierto es que cocinar me encanta. Incluso me "inspira", como he anotado por ahí, si bien yo no creo mucho en eso que el vulgo llama la "inspiración" (más bien creo en la transpiración y en las "horas-culo", como las llamaba mi maestro). Pero sí, me encanta cocinar. Y era un placer del que me venía privando hace años, por las más peregrinas y estúpidas razones. O quizá no tanto. 
El caso es que desde que me vine a vivir sola (¡hace ya más de un mes y medio!) volví a cocinar. ¡Y qué placer es poder hacerlo al fin como yo siempre quise! En una cocina pequeña, pero limpia y ordenada, donde todo está en su lugar, donde nadie me va a cambiar las cosas de lugar, donde yo mando, ¡qué tanto! Y qué maravilla es poder sentarse después a comer lo que uno se cocinó y encontrarlo única y exclusivamente ¡ex-qui-si-to! Desde que me mudé que ni una comida me salió mal o fea o más o menos. Todo me viene saliendo de rico para arriba. Y eso que hacía por lo menos cinco años que no cocinaba (bah, de vez en cuando me hacía un triste plato de fideos -cfr. infra- o preparaba alguna receta "familiar", pero nada más). 
Y no cocinaba por varias razones, la principal de ellas, que empecé a trabajar y llegaba muy tarde y muy cansada a mi casa del conurbano, sin ganas de absolutamente nada, y entonces mi padre decidió ocuparse de eso. Pero. Siempre había alguna que otra rencilla porque el punto de las papas no era "ése", porque la acelga no se corta así sino asá, porque le faltaba sal (o tenía demasiada) o por esto, aquello o lo otro. Sin contar otras rencillas más graves... Todo eso ha desaparecido ahora. Si le falta sal, le pongo. Si se me fue la mano... bueno, veo cómo solucionarlo. No más peleas insensatas, no más espantosas pérdidas de tiempo, no más caprichitos infantiles de mi parte (de su parte también había, no vayan a creer). También dejé de cocinar porque mi padre carece de la obsesión ordenadora que a mí me caracteriza y un día dejaba las cosas en un lugar, otro día en otro y así yo nunca encontraba nada donde mi manía particular me decía que debía estar... otro factor de alto stress para mi psique siempre frágil, entonces mejor dejarlo. Y así me fui privando de uno de los placeres más bellos que existen.
Ayer leía en alguna página web que hay que darse por lo menos cuatro gustos (placeres, lujos, deleitos) al día para ser relativamente feliz. Y a ser posible, más de cuatro, más de diez, más de veinte...! El truco es encontrar aquellas cosas, grandes, pequeñas o medianas que nos dan felicidad, y practicarlas a conciencia. Es decir, prestando atención a lo que se hace y disfrutándolo. Cocinar es justamente una de esas cosas que requiere toda nuestra atención y todos nuestros sentidos puestos allí: olores, colores, sabores, sonidos y texturas nos avisan siempre cuándo algo está en su punto justo, cuando se está pasando o cuándo se quemó indefectiblemente. 
Cocinar es, y perdón por la perogrullada, un acto tan creativo como escribir, pintar un cuadro o componer música. ¿Por qué rayos uno va a privarse de semejante lujo? Queridos lectores, si les gusta cocinar, por favor, no se priven de ello, encontrarán un aliciente magnífico en medio de tantas porquerías que nos atosigan día tras día. ¡Y resistan la tentación de llamar al delivery más próximo! (a menos que sea para pedir una porción de arrolladitos primavera, ja ja). Fíjense qué hay en la heladera, qué hay en la alacena y lárguense a inventar. Es imposible que les salga mal, si lo hacen con atención y afecto. 
Así que ahora que tengo mi propia cocina, con sus pertinentes utensilios y sin que nadie venga a molestarme o a decirme "ponele esto, ponele aquello, cortalo así, dejalo asá", pongo en práctica mi creatividad allí también como hace tantos años no lo hacía. Y, como decía más arriba, quiero compartir con uds. el plato que preparé esta noche (por ahora cocino para mí sola, pero, quién sabe, tal vez pronto pueda deleitar a alguien más con mis creaciones culinarias). La receta no me pertenece (venía en los quesitos Adler de hace por lo menos quince años) pero les puedo asegurar que es un golazo indiscutido, apto para cocineros principiantes o chefs en regla. Tomen nota: 

Fideos verdes con salsa de fontina y salteado de tomates & cebolla (resisto la tentación de llamarlos "Cintas de masa a la clorofila en láctea transición cremosa con hortalizas concassé sudadas", como en el sketch de Capusotto)

- Fideos verdes (la cantidad depende de cuántos vayan a comer...; yo siempre calculo "a ojo")
- Tomates peritas, bien maduros (también pueden ser cherry; yo hoy usé de los dos)
- Cebolla (1 chica o media grande)
- Aceite (apenitas, para saltear)
- Quesito fontina de Adler (yo usé 1 triángulo aprox)
- Leche (para ablandar el quesito)
- Sal y pimienta blanca

Pongan el agua para los fideos como acostumbran y mientras tanto piquen la cebolla (no muy chica, se tiene que notar). Corten los tomates y sáquenles toda la parte de las semillas (si son cherry, sólo córtenlos al medio). Pongan una sartén al fuego y salteen, muy suavemente, la cebolla primero, hasta que se transparente, y luego los tomates. No se tienen que dorar. Sazonen y reserven. 
Pongan en la licuadora o en la minipimer (¡como la que me compré yo el domingo!) el quesito Adler y la leche. Licúen hasta obtener una crema y pongan al fuego, hasta que espese y tome consistencia. Sazonen con la pimienta blanca. 
Cuando los fideos están listos (cada cual sabe el punto que le gusta, a mí me gustan tirando a "pasados", pero sin pasarse), los cuelan y sirven, salseándolos con el queso fontina y echándoles el salteado de tomates y cebollas por encima. El resultado debe ser algo como esto: 


¿Que si salen ricos? ¡No se dan una idea! Corran a buscar los ingredientes y a hacerlos. ¡Ah! No vale hacerlos con fideos "comunes", deben ser de los verdes. La receta original pedía que se les rallara queso, como a cualquier fideo que se precie de tal, pero en mi opinión es excesivo. Uds. verán.
Estoy segura de que este desvío culinario ni se lo esperaban... estén atentos, porque puede haber más.

7 de octubre de 2010

¡Volví! (aunque nunca me había ido)

¡Sí, volví! Después del huracán emocional y existencial de la mudanza, del interminable acomodar de las ciento y una cajas y cajitas que traje, de poner los libros en su lugar (¡y todavía falta...!), de recomponer mis horarios y armar mis nuevas rutinas... ¡aquí estoy! Una platense más, una platense (por adopción) muy feliz, he de decir. Y a partir de hoy tengo lo único que realmente me faltaba por aquí: Internet. ¡Ahora sí! Ahora sí la compu dejo de ser un trasto inútil (o casi) al carecer de conexión a la red. Y sin embargo, yo recuerdo un tiempo en que la computadora podía usarse sin tener ninguna conexión a ningún lado y hacer muchas cosas con ella... o tempora, o mores...! (no Mariano).
No hay mucho que decir, o en realidad sí. Intentaré decir al menos algo, principalmente que todos los temores y ansiedades que padecí antes de mudarme, valieron la pena. Y que, en realidad, lo que costó fue tomar la decisión, no llevarla a cabo. Eso fue facilísimo, a decir verdad. Lo realmente díficil fue decidir que esto era lo que quería hacer y decidirme a hacerlo. Porque como dije en posteos anteriores, la chica rumiante venía amagando con esto desde el 2007. ¡Ya ven que le llevó un tiempito concretarlo! Y ayer mismo comprobé esto, leyendo viejos mails de ese año. Por allí declaraba yo que había tomado la decisión, pero ya vemos que no es cierto. Me había acercado, si se quiere, a algo parecido a una decisión pero siempre encontraba excusas para postergarlo, para patearlo hacia delante hasta que la propia decisión vino y me pegó una buena patada en el culo. Recién entonces, se puede decir, la cosa maduró y arrancó este imparable tren.
Como hoy es apenas mi primer día de conexión no los incordiaré mucho más. Con el correr de los días iré repoblando todos mis blogs, retornaré a Facebook, twittearé y otras especies por el estilo. Por el momento, quiero compartir con uds. algunas imágenes que he tomado de y desde mi nuevo (¡y precioso!) rincón en el mundo.
Los extrañé mucho a todo y a todos. Ahora sólo seguiré extrañando a mis gatitos.
Enjoy the pictures!


Un mensaje sanador, desde mi nuevo escritorio con vista al balcón


Biblioteca de Literatura Argentina (la parte que traje... digamos algo así como la mitad, o un poco menos)


Mi nuevo centro de operaciones


Toma de la vista de mi balcón (al fondo, lejos, el "fosforito")


Toma nocturna desde mi balcón


Toma nocturna idem


Toma de una mañana llena de neblina
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