8 de agosto de 2010

Siguendo con la curva bibliómana

Por todos lados se dice que están destinados a desaparecer. Que serán reemplazados. Que ya no habrá lugar para ellos. Que todos tendremos nuestras pantallas portátiles y otros dispositivos semejantes. Que ocupan mucho lugar, que si no están ordenados no sirven para nada, etc. Que se van a terminar. Que no son ecológicos. Que se editan más de los que realmente se leen. Que no hay manera de leerlos o tenerlos todos. Que aspirar a esto es imposible. Que son inútiles, que no son prácticos. Y así. 
Y yo digo: mentira. Mienten, mienten los que suponen que los días del libro se acercan a su fin. Desde que el bueno de Gutenberg tuvo su extraordinaria idea que muchos agoreros vienen diciendo lo mismo y ya lo ven. Habemus aún libros. Seguramente es cierto que se editan muchos libros, incluso demasiados. Seguramente también es cierto que la mayoría de lo que se edita es una porquería y no vale la pena poner en marcha semejante maquinaria para algo tan pobre o ñoño o lo que sea. Eso no significa que el libro deba dejar de existir. Tampoco significa que no pueda haber otros soportes para el conocimiento, puesto que de hecho los hay. Pero el libro, el libro literario, a mi juicio, es irremplazable
Tengo en mi computadora libros en PDF. He de decir la verdad: jamás los leí. Jamás los voy a leer. Ni siquiera si tuviera la más moderna, liviana y rápida de las laptops. Leer en una pantalla es un acto del todo diferente a leer las páginas de un libro, páginas que uno puede sentir, tocar, oler, acariciar y, sobre todo, ver. Y, por supuesto, anotar, subrayar, marcar. Es como leer una galerada: eso no es todavía un libro. Leer en pantalla, además, es una experiencia sujeta a distracciones tan enormes que es un milagro si uno logra leer unas cuantas páginas de un tirón. Pero no es mi idea tirarme contra lo que ya parece inevitable, sino seguir abonando mi amor por los libros (para los geeks anti-libros, les dejo estos datos, que me parecen altamente significativos y que respaldan lo que acabo de decir). 
Porque no soy la única, y lo compruebo día a día. Todavía hay gente que, al igual que yo, aprovecha el viaje en tren para leer. También hay gente que, como yo, se define a sí misma como bibliómana y gente que hasta tiene el buen gusto de reunir fotos de bibliotecas, libros y estantes para otros bibliófilos amantes. Es que, como dice el nombre de esta maravillosa página, "book lovers never go to bed alone". 
Pero mi amor imparable por los libros, o acaso, como bien se dice aquí (ver los comentarios), esa terrible angustia e inquietud por nuestra propia finitud que se traduce en la insensata acumulación de libros, se encuentra en crisis. Como ya dije ayer o antes de ayer, mi nuevo hogar será pequeño y no habrá espacio para albergar las 2800 almas que ya tiene mi biblioteca. Desde hace aproximadamente una semana, vengo haciendo periódicos recortes y amontonando pilas de libros que no vendrán. Así y todo, los posibles candidatos a habitar mi nuevo lugar siguen siendo muchos. Muchos más de los que seguramente cupirán allí. Sucede que este año, por algunas circunstancias que podríamos llamar azarosas, he comprado muchísimos libros. Más que de costumbre incluso, ya que iba a un taller de escritura creativa enclavado en pleno corazón de la calle Corrientes, mi meca personal. Y, por si no fuera poco, en el camino hacia el Pasaje Dardo Rocha, lugar donde yo doy taller, tenía que pasar no por una si no por dos librerías, las cuales me llamaban cada miércoles con sus cantos de sirena y así todas las semanas el caudal de libros se iba incrementando e incrementando... hasta ahora. 
Desde que empezó agosto que estoy en abstinencia. Sé que no durará, sé que en cuanto pueda me escurriré hacia ese infame bazar de la calle 1, enfrente de la estación de tren, que al fondo tiene pilas y pilas de libros para revolver, algunos a precios rídiculos de toda ridiculez y donde el vendedor ya me conoce y hasta me hace todavía más precio. Sé que en cuanto vuelva a andar por Corrientes visitaré Lucas y arrasaré con algunos libros usados (ya van dos veces que encuentro libros de Erica Jong allí) y, por supuesto, con los inapreciables mamotretos de súper-oferta de 10 libros x 10 pesos. Sé que en cuanto pueda volveré al Parque Rivadavia y haré estragos. Pero.
¿Dónde voy a poner todos esos libros ahora, si ni siquiera sé si podré llevarme todos los que deseo de mis libros actuales? ¿Qué criterio de selección triunfará al fin? Primero usé el que me pareció más lógico: si en quince o veinte años no había leído el libro en cuestión era muy probable que tampoco lo leería en el futuro. Esa fue la primera criba. Luego pensé que los libros muy pesados iban a entorpecer grandemente la mudanza y salvo excepciones (como La regenta o Miedo a los cincuenta), todos los libros demasiado grandes o pesados fueron a parar a la pila de los que "se quedan acá". Sin embargo, eso no redujo en mucho la cantidad de libros que sí iban a ser llevados. Opté por un nuevo criterio: mamotretos que sólo a mí me interesan y que compré por razones completamente absurdas o inexplicables. Eran muchos, pero aún así, los estantes seguían sin decrecer demasiado. Otro criterio vino a ayudarme: libros que ya había leído y que, aunque me habían gustado, no me parecían imprescindibles. Es decir, que no volvería a leer. Bien, sacamos varios más. Pero falta. Oh, Dios, cuánto falta. Más los miro y más me digo que no van a entrar. O que van a entrar ellos y yo voy a dormir en el baño o en el pasillo. Entonces hay que extremar las cosas y ser completamente sincera delante de cada uno de ellos y preguntarme si realmente lo voy a leer alguna vez o si tiene algún sentido que ocupe el lugar de otro libro que quizás me interese más... Bien, la pila de los que no vienen sigue creciendo. 
Así y todo, sigue siendo más grande la pila de los que sí van. ¿Qué hacer entonces? Desde hace un rato que estoy pensando en llevar nada más que lo imprescindible. Todo este proceso me ha llevado desde los criterios más amplios (los más tramposos, desde luego) hasta los más certeros. Ahora, ¿qué entiendo por un libro imprescindible? Los mismos que siempre dije que salvaría en una catástrofe más mis autores favoritos más ciertos libros (o autores) por los que tengo un cariño especial... Y nada más. Creo que sólo así la pila de los libros que vendrán, de los pocos que van a entrar, tendrá el tamaño acorde a mi nuevo lugar. No sé si seré capaz de reducir tanto mi "arqueología personal" pero puede ser un reto interesante. Incluso pensé (pero no lo haré, lo sé) en no llevar ningún libro. Todos los estudiantes de Letras conocemos la leyenda áurea de Eric Auerbach, el insigne autor de Mímesis, libro que escribió exiliado en no recuerdo qué país, sin ninguno de los libros de su biblioteca a mano. Pero aún con ese antecedente tan magno a la vista me resisto a la idea de dejar todo acá y no llevarme nada. Parece más factible llevar sólo lo imprescindible (los libros de mamá Erica, de Cortázar, de Borges, el Quijote y toda la bibliografía que tengo sobre él, los libros de poesía, los diccionarios y otros libros de consulta, los libros de Umbral, de Baudelaire y de los nuevos dioses que he descubierto en estos últimos años, Maupassant, London, Stevenson, Kundera, etc., los autores que he destacado en Fauna Abisal, digamos) y pensar que no representa una pérdida no poder llevarlos todos conmigo si no, más bien, un triunfo sobre mi antiguo yo. 
También es cierto que ni bien pueda, una nueva biblioteca se iniciará (y será continuación de esta) en mi nuevo hogar. Tal vez un libro baste para representar a todos los otros ya que, como sabemos los que los amamos, todos los libros literarios dialogan entre sí, no son más que una larga conversación a través de las eras y los siglos. 

1 comentario:

Paisa dijo...

Hola, llegue al blog de manera poco comun jaja, encontre el link desde tu cuenta de twitter a la cual no encontre muy comunicativa :p , lei esto y me re enganche leyendo! a mi me pasa algo parecido con la lectura y no conozco mucha gente que comparta el vicio jaja, por lo gral leo algo de un autor que me gusta como escribe y hasta no leer todos sus libros no paro. Suerte con la organizacion de tus libros.
Te agregue a Twitter asi cada tanto entro aca y sigo leyendo.

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