7 de mayo de 2010

La astuta curva de las flores

Nihil novum sub sole, me obstiné en repetir ayer en el taller de escritura creativa al que asisto. Quería enfatizar la idea de que no inventamos nada, de que ya está todo inventado, sobre todo en literatura. Que a lo sumo podemos aspirar a encontrarle otros usos y otras vueltas a los esquemas ya conocidos. Pero hoy quiero referirme a otra cosa, si bien está vinculada con esta idea: el hombre supone que su ingenio le ha dado numerosas invenciones, de las que se cree dueño y señor. Sin embargo, tales "adelantos", tales "frutos del ingenio" reposaban en otros seres desde hace miles de años y no había más que detenerse a observarlos cuidadosamente para procurar luego aplicarlos para nuestro propio beneficio. Me refiero al mágico mundo de las flores, esas, en apariencia, frágiles pátinas de color y belleza que adornan cualquier superficie, aun cuando sean remedos artificiales; esas astutas, inteligentes, sagaces criaturas que deben ingeniárselas mucho más que nosotros para un único objetivo vital: reproducirse
Los lectores consuetudinarios de este blog sabrán ya que he incurrido varias veces en el desvío botánico. Hoy vuelvo a él de la mano de un libro que también reposaba calmadamente en mi biblioteca. Recuerdo haberlo leído (pero no terminado) hace muchos años. No recuerdo qué me impulsó a dejarlo, pero estoy segura de que aquel no era el momento indicado para nuestro encuentro. Hoy día sí. Porque fue nomás abrirlo y comenzar a leer para pensar que debía hacer referencia a él aquí (y no aquí) y que le debía sin duda alguna un post lleno de maravillosas y coloridas flores. El libro se titula La inteligencia de las flores y su autor es Maurice Maeterlinck. Puede que este nombre no le signifique nada a casi nadie, pero Maeterlinck fue un autor belga (1867-1949), que en 1911 obtuvo el Premio Nobel y cuyo libro más famoso es La vida de las abejas, donde, en palabras de Borges, "estudia con imaginación y rigor los hábitos de un ser famosamente celebrado por Virgilio y Shakespeare". 
Borges, cuándo no. Él fue el culpable de que lo comprara, ya que el libro se encuentra incluido en una excelente colección que Hyspamérica sacaba en los 80, llamada precisamente "Jorge Luis Borges - Biblioteca Personal". Hay allí numerosos tesoros que recomiendo comprar con los ojos cerrados cada vez que se topen con algunos de ellos (son azules, de tapas duras) ya que, siempre según el maestro, "deseo que esta biblioteca sea tan diversa como la no saciada curiosidad que me ha inducido, y sigue induciéndome, a la exploración de tantos lenguajes y de tantas literaturas". En mi caso, objetivo logrado. 
Volviendo al libro de Maeterlinck, se trata de una serie de ensayos inconexos y dispares pero el que abre el fuego es precisamente "La inteligencia de las flores", un breve pero jugoso (¡y poético!) repaso por algunas de las infinitas astucias de las flores para reproducirse y subsistir. Lo leí maravillada, pensando en todo el tiempo que perdemos en las minucias más fantásticas cuando estos seres han dedicado todas sus energías a un único objetivo: lograr, con los mínimos medios de que fueron dotadas, reproducirse y esparcirse por el orbe a cualquier costo, valiéndose de todo y de todos. ¿No es acaso un milagro, un portento, algo que debe ser saludado cada mañana con una reverencia? ¿No deberíamos dejar de perder las preciosas horas -que nunca regresan- en discutir, pelear, anhelar imposibles y otras deplorables conductas humanas para dedicarnos a la contemplación de las innúmeras maravillas que nos rodean a diario? Llámenme ilusa, pero creo que todos seríamos un poquito más felices, estaríamos menos angustiados, dejaríamos de correr detrás de quimeras banales y podríamos concentrarnos en, sencillamente, ser, algo que rehuimos, de las maneras más torpes e ingeniosas a la vez, todo el tiempo. 
Además de ilustrar este post con algunas fotos de flores, quiero compartir algunos fragmentos de Maeterlinck imperdibles: 

"Ese mundo vegetal que vemos tan tranquilo, tan resignado, en que todo parece aceptación, silencio, obediencia, recogimiento, es por el contrario aquel en que la rebelión contra el destino es la más vehemente y la más obstinada."

"Toda semilla que cae al pie del árbol o de la planta es perdida o germinará en la miseria. De ahí el inmenso esfuerzo para sacudir el yugo y conquistar el espacio."

"(...) la disposición, la forma y las costumbres de esos órganos varían de flor en flor, como si la naturaleza tuviese un pensamiento que aún no puede fijarse o una imaginación que se precia de no repetirse nunca."

"En el órgano femenino, el pistilo, que comprende el ovario, el estilo y el estigma que lo corona, todo es del género masculino y todo parece viril. En cambio, la antera, la parte del órgano masculino que encierra el polen o polvo fecundante, es del género femenino."

"En el nacimiento de la flor [se refiere a la arañuela o "cabellos de Venus", ver foto], los cinco pistilos, sumamente largos, se hallan estrechamente agrupados en el centro de la corona azul, como cinco reinas vestidas de verde, altivas, inaccesibles. En torno de ellas se agolpa sin esperanza la innumerable multitud de sus amantes, los estambres, que no les llegan a las rodillas. Entonces, en el seno de ese palacio de turquesas y zafiros, en la dicha de los días estivales, empieza el terrible drama, sin palabras y sin desenlace, de la espera impotente, inútil e inmóvil. Pero las horas, que son los años de la flor, transcurren. El brillo de aquella se empaña, los pétalos empiezan a desprenderse, y el orgullo de las grandes reinas, bajo el peso de la vida, parece replegarse. En un momento dado, como si obedecieran a la consigna secreta e irresistible del amor, que considera la prueba suficiente, con un movimiento concertado y simétrico, comparable a las armoniosas parábolas de un quíntuplo surtidor de agua que vuelve a caer en la taza, todas se inclinan a la vez y recogen graciosamente de labios de sus humildes amantes el polvo de oro del beso nupcial."



"(...) la sabia orquídea ha observado la vida que se agita en torno de ella. Sabe que las abejas forman un pueblo innumerable, ávido y afanoso, que salen a millares a las horas de sol, que basta que un perfume vibre como un beso en el umbral de una flor que se abre, para que ellas acudan en masa al festín preparado bajo la tienda nupcial."

Maurice Maeterlinck, La inteligencia de las flores. Hyspamérica, Buenos Aires, 1985. Jorge Luis Borges - Biblioteca Personal (nº 8). Título original: L'intelligence des fleurs. Traducción: Juan Bautista Ensenat. Primera edición original de 1907. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A propósito de mi reciente incursión por los tórridos cultivares de Jatropha autóctona en las zonas más áridas de Santiago del Estero, encontré en ella un atributo reproductivo realmente admirable, común a algunas otras especies vegetales: Esta especie de Jatropha posse un dispositivo natural por la cual, al madurar el fruto, éste estalla ruidosamente, dispersando las semillas a una distancia superior incluso a más de diez metros, asegurando de este modo la colonización del terreno, y evitando la competencia por agua, luz y nutrientes entre propios hermanos.
Son verdaderos tiros que se escuchan en esa inmensidad mortecina del monte santiagueño, y el posterior sonido de las pétreas semillas caer sobre la zona circundante.
Las semillas son duras, coriáceas, seguramente esto les permite pasar lasgos estadíos tirada en esos agrestes campos, esperando por condiciones propicias para la germinación.
En cuanto a la floración, éstas no serán muy llamativas, pero la planta dispone de un curioso mecanismo por el cual, al emitir el primer brote, antes que fabricar hojas, la planta lanza sus dispositivos sexuales, asegurando así las flores, es decir, su reproducción.
Como estas habrá miles de estrategias reproductivas, flores bellas, otras que ni se notan, pero todas ellas llenas de astucia, eficaces para su fin ulterior.

Danilo Gatti dijo...

punto g

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