31 de julio de 2009

Nuevas curvas matemáticas con un poema ad hoc

Sigo asombrándome. Una alerta de Google viejísima sobre Gaudí, cuyo link no les copio porque es de un artículo de un diario por el que hay que "pagar para ver" (ja), me llevó a investigar someramente de qué se trataba la "curva catenaria", al parecer muy utilizada por este genio de la arquitectura. Como ya dijo el ínclito filósofo contemporáneo Pancho Ibáñez, "todo tiene que ver con todo", y por eso de Gaudí terminamos en la Wikipedia tratando de dilucidar qué son estas curvas que aún no conocía: la catenaria, la cicloide y la más misteriosa de todas, la "curva de persecución".
No esperen de mí grandes explicaciones matemáticas que, como ya saben, exceden por mucho mi sapiencia, pero nuevamente me hallo fascinada ante el poder evocador de las palabras, de los meros signficantes (creo que esta puede ser una de las cosas que diferencian a los poetas, a los escritores de los que no son: la capacidad de abstraerse del "significado ordinario" de los significantes y dejarse llevar por su mero sonido y por aquello que les evoca, por las sensaciones, por las pulsaciones y vibraciones). Vean si no, como ya he mostrado anteriormente con palabras provenientes de la botánica y de la geografía, cuánta poesía está esperando ser escrita con estos significantes (reitero: no importa su significado ordinario): catenaria, tractriz, evoluta, catenoide, cicloide...
Oh! Y para mayor deleite en la misma Wikipedia acabo de encontrar un "Índice de curvas famosas", del que ya iré esculcando otras idem, con tiempo, ya que se encuentra en inglés. Quién hubiera dicho que me iban a terminar gustando las matemáticas a la vuelta de los tiempos...! Sin embargo, lo que realmente me gusta es la poesía:

como las cuerdas cuelgo
cuelgo de cables longilíneos
perfectamente frágiles
cables montados sobre el más fino hilo
un movimiento brusco
y se romperán

como las cuerdas cuelgo
cíclica y catenaria
invisible me trepo a los estantes
tiro uno o dos libros
desordeno el orden milenario de las hojas
sólo para alguien
note que estoy allí

que como la ropa al sol cuelgo
boca abajo
ya sin sangre

como en el matadero

(31/07/09)

30 de julio de 2009

El curvo infinito (o un pequeño divertimento matemático)

Al comienzo de este blog, allá por enero-febrero del 2008 (¿ya pasó tanto tiempo?), publiqué algunos posteos con cuestiones matemáticas que excedían mi nula capacidad de entendimiento en el área, pero que me parecían notas de color bonitas para empezar a bordar la trama sutil, despareja, fascinante y, por qué no, infinita de este rinconcito que tanto quiero. A pesar de que sigo desconociendo alegremente todo lo referido a la topología, parece que allí las curvas y sus respectivos teoremas juegan un papel muy importante. No hay más, desde luego, que pensar en la cinta de Möebius, pero hoy me entero, gracias a una alerta de San Google, que existe también el "teorema de Jordan", un complicado -o sencillo, las fuentes no se ponen de acuerdo- problema matemático que consiste en dilucidar dónde se encuentra un punto: si fuera o dentro de una compleja curva.
Aquí encontraréis el posteo original que me fue ofertado por Google, dentro de un blog dedicado a esas minucias (así como yo me dedico a estas otras) del mundo de los números que jamás llegaré a comprender (apenas entiendo -y no sin un dejo de rebelión- que dos + dos es cuatro y no cinco o cincuenta o un perro o una nube de luz entrando por el ojo cúbico de la ventana, parafraseando malamente a Julito) y aquí debajo os dejaré el mismo vídeo (como dicen los españoles) que está allí, pues fue lo único que más o menos llegué a entender (la respuesta es: el punto está afuera de la curva si hay que atravesar un número par de rectas para llegar a él). Está en portugués, pero se entiende maravillosamente y los dibujitos hacen el resto. El gusanito entrando y saliendo de la manzana es un amor.
Un amor... eso me lleva a otros parajes por los que este blog también suele demorarse, pero no será hoy el caso, todavía no. Los impacientes tendrán que esperar a que me decida a hablar nuevamente de ello (de él, claro). Va el videíto:

27 de julio de 2009

Curvas en el museo

Los museos son otros de esos lugares que ejercen sin tasa su fascinación sobre mí, como las bibliotecas, las iglesias y otras construcciones arquitectónicas ciclópeas por el estilo. Y si bien es cierto que, para la mayoría de la gente, nada divertido puede haber en un museo (como ya dijera Homero Simpson, "todas las cosas divertidas terminan en "manía" o "teria", no en "eo"), infiero que este descrédito se debe, cómo no, al desconocimiento. Se cree que los museos son inventos del mundo moderno, con su positivista y bendita necesidad de clasificar, ordenar y conservar todo aquello que sea digno de ser conservado y se olvida, una vez más, el origen etimológico del término: el museo era el lugar dedicado a las musas, no sólo las inspiradoras de vates y poetas, sino también las guardianas de la memoria.
Guardamos en un museo todo aquello que deseamos que las generaciones venideras conozcan, porque sabemos que el tránsito de esos objetos será pasajero en esta tierra. Y así también lo creían los antiguos, cuando en los primitivos templos guardaban, atesoraban objetos raros y de gran valor, objetos que no podían estar al alcance de los profanos, aún cuando resultasen indispensables para su iluminación. Todo esto viene a cuento de las fotos que quiero compartir con uds. a continuación, nuevamente esculcadas de Curious Expeditions, y todas pertenecientes a distintos museos y a la biblioteca de la ciudad de Viena (Austria), donde nunca fui y donde ya mismo quisiera estar (encima allá es verano...!):


Biblioteca Nacional de Viena (Austria)



Museo de Globos Terráqueos de Viena (Austria)


Engranajes del reloj astronómico, Museo del Reloj de Viena (Austria)

24 de julio de 2009

A propósito del frío: Arcimboldo

Si bien la ola polar ha descendido un poco (sólo un poco, desde luego) y al menos he podido salir a la calle sin lamentarlo demasiado, hoy quería regalarles algunas imágenes de un pintor fabuloso: Arcimboldo.
El término "fabuloso" no es exagerado. Por el contrario, creo que apenas alcanza para describir la inigualable imaginación de este pintor italiano, quien, además de hacer los cuadritos "esperables" para su época, se dio el lujo de hacer estos "capriccios", estas locuras, estas maravillas que dan cuenta de nuestra fragmentada y fragmentaria realidad mejor que todas las teorías explicativas al respecto. Son precisamente estos caprichos los que pasaron a la inmortalidad, mientras que su obra "normal" ha quedado en el olvido. Vaya eso como muestra de que sin innovación, sin imaginación y sin, justamente, desvíos no hay arte.
Que tengan un excelente fin de semana y que disfruten con las imágenes del genial Arcimboldo, quien tendría que haber estado en estas páginas mucho antes, pero bueno, es tanto lo que quiero compartir que en ocasiones me aturullo, me olvido, se me pasa... etc. Y elevemos votos para que el frío polar se vuelva al polo, donde pertenece...!


Arcimboldo - Flora


Arcimboldo - The librarian

Arcimboldo - Winter

22 de julio de 2009

Sigue la curva astronómica: eclipse de sol en Asia

Mientras nosotros seguimos sometidos a las impiadosas inclemencias del frío, la Luna, luego de toda la atención que recibió en estos días, sigue haciendo de las suyas: hoy, en distintos países de Asia, pudo verse cómo se interponía, muy oronda, entre la Tierra y el Sol.
Los fenómenos meteorológicos, a pesar de que algunos me incomoden mucho, siempre me fascinaron. Soy de esas personas (pocas, pero las hay) que pueden pasarse un rato largo (muy largo para los bienpensantes y los observadores de la moral capitalista) tratando de descifrar las formas de las nubes en el cielo. Y les puedo asegurar que siempre veo algo y que ninguna nube, jamás, es igual a otra (vaya esto para los poeñoños que adoran el falso estatismo en que su ceguera los hace vivir). Y amo el olor que deja la lluvia sobre el asfalto, la tierra y el cemento, aunque deteste las goteras y la tristeza que ambas (la lluvia y las goteras) desatan con su constante código Morse (ayer tuve que correr cosas de su lugar: un hilo de agua se deslizaba, calmo pero vertiginoso, por la pared, y unas gotas, calmas pero certeras, caían con ritmo acompasado demasiado cerca de mi computadora vieja). Y me encantan los amaneceres, los ocasos y toda otra cosa que nos pueda alertar acerca de nuestra pequeñez ínsita y fantasmal. Y qué decir (pero no diré nada) de aquella nevada tan mortal como la del Eternauta hace apenas dos años en Buenos Aires...
Cuánto más, entonces, me fascinan los fenómenos astronómicos, de los que voy dando cuenta en estos recovecos tan queridos. Y sin embargo, no creo haber contemplado ni uno. Cuando pasó el cometa Halley, yo tenía doce años y no sé con qué me entretuve tanto que me acordé al otro día, muy tarde. Es del todo seguro que no volveré a ver su paso. Cuando hubo otros eclipses observables desde este hemisferio también me encontraba haciendo otras cosas (y después dicen que la vida NO es eso que te la pasás haciendo, ¿no?). Y ahora, leo con tristeza que el eclipse asiático de hoy se repetirá dentro de 120 años, pero también leo que el año que viene habrá uno visible desde nuestro continente... pero no puedo dejar de preguntarme qué estaré haciendo ese día del 2010, con qué me estaré entreteniendo tanto que seguramente me olvidaré por completo y me lamentaré de no haberlo presenciado...


21 de julio de 2009

¿Cae curva la lluvia o desviada?



Así como amo el otoño, odio el invierno. Odio el frío, la lluvia, el viento, las tormentas. Odio que se me congelen la nariz y las orejas, que las manos se me entumezcan, que los pies se me enfríen aunque tenga dos o tres pares de medias puestas. Odio que se me cuele el frío por debajo de la ropa. Odio salir a la calle y que me reciba un helado ventarrón. Odio la falta de sol, la grisedad, el tango fácil que despiertan días como éstos. Odio la nostalgia de no sé qué y la melancolía de qué sé yo que inmediatamente generan los días nublados, lluviosos y fríos como el presente. Odio el invierno, y es definitivo.

20 de julio de 2009

Lunática curva (o mi diosa madre)

Es el día del amigo pero también es el día en que se cumplen 40 años de la llegada del hombre a la Luna. De ese mágico lugar que llamamos, con prepotencia digna de mejor causa, "Luna" y que otros llaman "Moon", "Lune", "Mond", "Lua"... Es nuestro satélite, esa lucecita que permanece de noche y de día y que yo siempre miro esperanzada, porque algo me hace creer que allí no hay sólo polvo y soledad, que algo más se esconde entre sus valles y hondonadas, que no es simplemente una roca que gira alrededor de otra roca más grande.
Mirar la luna ha sido una de las actividades favoritas de poetas y enamorados. Bajo su luz fría, mármorea, calma y nívea se han fraguado más besos y traiciones que bajo los dorados penachos de su hermano mayor, el Sol. Bajo su manto espectral se han amado todos aquellos que sintieron correr la sangre en sus arterias, que no pudieron resistir a ninguno de sus ensalmos. Bajo su misterio andante, que ni siquiera el Apolo XI pudo desentrañar (suponiendo que todo aquello sea verdad y no un mero truco hollywoodense), se conjuraron héroes y soldados, ídolos y diablos. En los oscuros bosques del tiempo, bajo su pálida luz lechal, las brujas se reunieron en sonoros aquelarres y los sátiros salieron a babear los cuellos de las bacantes. ¿Existe algo más romántico, más intrigante, más fabuloso que dejarse llevar por estos cuentos, acaso?
No lo creo.
Pero para los fanáticos de lo racional, aquí les dejo la información fría, exacta y deplorable de lo que se supone es o debe ser mi amada lua (la lengua portuguesa siempre sabe hacer más bellas las cosas bellas), ese misterio tan subyugante como los ojos del amado, esa superficie que tanto me gustaría hollar con mis manos profanas, ese mundo incantatorio que tanto me gustaría conocer, si es que alguna vez volvemos a pisarlo. Presten atención a las bellísimas palabras que aparecerán por allí, aptas para componer poemas de corte astronómico: gradiente gravitatorio, revolución sideral, libración diurna, relieve lunar, eclipse, revolución trópica, bóveda celeste, apogeo, perigeo, argón, cometa, asteroide, cráteres, selenita...
Aquí también les dejo una alertilla de Google que me inspiró este posteo vacacional (oh, sí! las ventajas de trabajar para el estado!) y aquí debajo una imagen (del "Mare Imbrium", tomada desde el Apolo XVII) que nunca dirá ni una décima parte de todo lo que la Luna representa en mi mundo interior y en mi mundo poético.
Feliz día del amigo a todos los amigos, los nuevos, los viejos y los que seguramente vendrán.

12 de julio de 2009

Las montañas curvas

Domingo. Frío. Preguntas existenciales a rolete. Poemas que asoman. Más frío. El porvenir semanal que comienza a instilar, despacito, su tedio. Música. Otros poemas. Y más preguntas, como ¿por qué late todavía?, se propagan por el cuerpo como una piedrita arrojada a una tranquila laguna. Pero éste es mi blog principal y lo que me concita aquí son las curvas y los desvíos. No volveré a justificarme ni a perorar acerca de lo que va o no va aquí.
Así que, sin más, revisemos las alertas de Google. No, esto no. Esto mejor otro día. A ver esto... Bien, ya se ha tomado la decisión editorial correspondiente: hablemos, pues, de las montañas curvas, ya que un grupo de geólogos se ha conformado para averiguar por qué las cadenas montañosas tienen una forma curva, aún en puntos muy distantes del globo terráqueo sobre el que danzan nuestros frágiles cuerpos.
No me interesa tanto la nota en sí (aunque aprendí algunas palabras nuevas, como "paleomagnetismo" y me anoticié sobre un océano desaparecido hace trescientos millones de años, el Oceáno Reico), sino los ecos que despierta en la dominguera desazón de mi alma. El vocabulario geológico es muy rico y sonoro: están las amadas placas tectónicas, hay lava, hay magmas; hay también espeleológos; está la orografía, la mineralogía... Hay vetas, hay piedras preciosas, hay volcanes, hay fumarolas y géyseres. Hay gemas, hay cuarzo, hay lapislázuli, circonios y diamantes, brillantes geodas...
Estoy citando palabras que estoy segura de haber usado ya en mi poesía. Siempre me ha fascinado ese mundo de rocas y piedras. Me estaba olvidando el par de palabras más fabuloso de este campo semántico (después de lapislázuli, por supuesto): las estalactitas y las estalagmitas. ¿Qué es esta fascinación por las piedras, por lo calcáreo, lo rocoso? ¿Es que nos retrotrae a los tiempos prehistóricos -reitero mi objeción moral hacia este término-, a los tiempos en los que vivíamos en cuevas -y cada cueva tenía su himno nacional como dice Mel Brooks en un capítulo de Los Simpsons? ¿Qué mundo de sensaciones se abre ante la mención de cosas como Pangea, deriva continental o lecho submarino? ¿Por qué me resultan tan poéticas? No sabría decirlo a ciencia cierta, ni creo que importe demasiado. Sería como querer explicar por qué me gusta tanto el color violeta.
Pero ya que he citado tantas palabras tan bonitas, voy a repetir un ejercicio que ya hice en estos parajes, con muy buenos resultados (o eso creo). Ya que me encuentro volátil y poética, nostalgiosa y atribulada por mi predador interno (cuya faz externa encarna en un amadodiado ser humano que ronda mis noches de desasosiego aún), démosle curso a la poeisis a través de la geología, como antes lo fue a través de la botánica:

de la deriva continental partí un día:
llevaba conmigo gemas
cuarzos
intoxicantes geodas
y una única veta de minerales antiguos

hacia el océano donde todo está perdido
dirigí mis pasos y mis alforjas:
no tuve que escalar mucho
apenas unos pocos picos
andinista siempre de los repechos

por donde las placas continentales ya no se mueven
aletargué todos mis deseos
hice noche en sus sacros vivaques
y puse a descansar mis lágrimas

el cruento lapislázuli de mis rezos

(12/07/09)


7 de julio de 2009

¡Agarrate, Catalina! o Las curvas motorizadas

El posteo de hoy puede resultarle extraño a muchos, sobre todo a aquellos que no me conocen personalmente y no saben, entonces, que una de las cosas que más me ha gustado siempre son los autos. Paradoja extrema es, sin embargo, que a pesar de haber nacido en una familia desde siempre dedicada a ellos (padre, abuelo, tíos, primos, etc. gomeros), yo, con mi rebelde way of life no sepa manejar. Y cada vez que pienso que cuando era pequeña nada me gustaba más que aferrar el volante (¿a qué me aferraré tanto ahora, eh?), sentarme en el asiento del conductor, tocar la bocina, apretar el botoncito que hacía salir agua del parabrisas del Fitito, maniobrar como si estuviera manejando y hasta subir por las ventanillas al mejor estilo Dukes de Hazard (una de mis series favoritas, obvio), me digo que seguramente algo no está bien en mí y que sin duda alguna debo tratarlo en terapia. Pero tantas cosas se interponen siempre que al final lo voy dejando, lo voy dejando y heme aquí, fanática de los autos, pero sin saber manejarlos (¿quizás del otro lado haya algún voluntarioso caballero que quiera enseñarme los secretos de la palanca de cambios? Ejem...).
Toda esta introducción (o "calentando motores") viene a cuento de una noticia que me llegó, cómo no, a través de las alertas googletianas. Resulta que un científico de una universidad estadounidense (¡cuándo no!) realizó un estudio de las "personalidades" de los autos según su diseño. Aquí podrán leer la nota completa: yo sólo quiero decir que este señor descubrió, entre nos, el agua tibia, porque todos sabemos que los autos tienen su propia personalidad (además de denotar claramente la personalidad de sus dueños, of course) y yo siempre creí que los faros delanteros eran sus ojos y las parrillas sus bocas... De eso no me cabió jamás ni una duda.
Y entonces, tras leer esta nota, comprendí que siempre me gustaron los autos netamente masculinos: grandes, poderosos, con mirada y perfil desafiante. Sólo para citar tres, la santa trinidad automovílistica argentina para mí sería: la Torino W380, el Dodge Polara GTX y la Chevy SS. Todos coupé, DESDE LUEGO. Un auto que se precie de tal sólo puede ser una coupé. A esa maravillosa lista, le podemos agregar la Fiat coupé 1500 y el Ford Mustang GT, y ya tendríamos "cinco coches que quisiera tener en mi garage" como nos ofrece uno de los tantos applets de Facebook. Pero vuelvo a mi apreciación inicial, la de que me gustan los autos viriles, esos que cuando acelerás tiembla el mundo, que están siempre impecables, que adentro huelen al cuero de sus tapizados y que se llevan de maravillas con la música que más me gusta (después de Zappa), que es el metal...
Ahora que lo pienso, este post puede ser también una especie de saludo pre-cumpleaños para mi señor padre, quien, cuando yo era más niña que ahora (ji ji) poseyó -nunca mejor aplicado un verbo- uno o varios de cada uno de los coches mencionados. Para los fanáticos de los fierros también, van fotitos y enlaces de todas estas bestias urbanas:












6 de julio de 2009

Los sonidos curvos

Procuro que la paranoia A no me gane y entonces decido volver a postear a diario como siempre fue el designio de este espacio. Dice un viejo proverbio sufí (pero puedo equivocarme): "vende tu inteligencia y compra asombro". No estaría mal que, en ocasiones, le hiciéramos caso a dicha enseñanza, pues el asombro es uno de los trampolines que nos lanzan, de lleno, hacia el conocimiento. ¿Que no? Lean a Jaspers y después me cuentan.
Pero traigo a colación esto del asombro porque una vez más San Google me deja boquiabierta con sus alertas. No porque sean extremadamente geniales o accurated (algo así como "acertadas-adecuadas" todo junto), más bien lo contrario (oh, web semántica, ven a nosotros ya!) sino por la variedad de cosas que me permite conocer (aunque mejor sería decir "la variedad y cantidad de cosas a las que me permite asomar mi curiosa nariz"). Y esta vez es, nuevamente, la música. Si antes habían sido los rameshgar, hoy son los rarámuris, pueblo índigena mexicano con unas curiosas y maravillosas costumbres signadas por la música que comparto aquí con uds.
Dice la nota en cuestión que:

Su música y sus instrumentos musicales son verdaderamente asombrosos. El tambor tarahumara o kampore es uno de los principales instrumentos que acompañan muchas de las actividades de los rarámuris, desde ir a sembrar, recibir a un recién nacido, construir una vivienda, ceremonias de agradecimiento a la tierra, al agua, y muchas otras actividades que suelen hacer en grupo, con la participación de casi todo el pueblo, siempre cantando y danzando.

El kampore está hecho de madera, y su piel es de venado; en ocasiones los pintan de colores y les dibujan paisajes o animales de la localidad; entre más grande sea el instrumento más fuerte y profundo sonará. Pueden ser desde 15 o 20 centímetros de diámetro, hasta casi un metro. El que lo ejecuta es un conocedor de los ritmos de las danzas y los cantos. Además de utilizar el tambor y de cantar, también utilizan sonajas y los tenabaris, que son un manojo de capullos de mariposa atados a un mecate que se sujeta a los tobillos a la hora de hacer la danza.

En la comunidad de Saquirachi, municipio de Urique, en el estado de Chihuahua, en la alta sierra tarahumara, se usa también el llamado chapereque, que es un instrumento antiguo de tres cuerdas montadas sobre trozo de madera curvo que se saca del centro del maguey, es decir, del "quiote de maguey", o también se puede usar la madera de encino. Es parecido a un arco de cacería pero con tres cuerdas en lugar de una, como un arpa primitiva, similar a otros instrumentos que se tocan en lejanos países del continente africano.

Como me quedé con ganas de saber más o, de por lo menos, saber cómo era alguno de esos instrumentos, seguí buscando y aquí encontré cómo suena el chapereque. Me hizo recordar a algunos de los sonidos utilizados por Ramiro Musotto (¿qué? ¿no lo conocen? puff, corran a bajarse su disco "Civiliçao e barbarie" ya mismo!!), un percusionista argentino radicado en Brasil que anduvo investigando también los sonidos e instrumentos de los indígenas de por allí.
¿Habéis reparado en ese instrumento realizado con capullos de mariposas? ¿Habéis reparado en el hecho de que todos los acontecimientos verdaderamente importantes del pueblo se celebran con música, cantos y danzas?
¿Cuándo aprenderemos nosotros, occidentales irredentos, siquiera una pizca de toda esta sabiduría?

5 de julio de 2009

La curva epidemiológica, buuuhhhh

Estamos en el horno. Pero no precisamente cocinando deliciosos pancitos poéticos o exquisitas masitas narrativas. No, mis amigos. Estamos en el horno de la imprevisión, esa compañera natural de los argentinos. He debido alejarme de mis rinconcitos no por mi propia voluntad sino porque mi máquina, mi PC, mi puente con el mundo cibernético (no con el mundo real, attention) rompióse y una de sus partes debió ser reemplazada. Feliz ella que puede darse el lujo de que una de sus partes diga basta y, tras ser ésta reemplazada, todo vuelva a la normalidad. No es tan así con el sujeto humano bípedo y pensante. A veces, algunas de sus partes no pueden reemplazarse (no importa que Favaloro o el INCUCAI lo desmientan). A veces, los humanos carecen de la más primordial y esencial de las cosas, algo que lamentablemente no puede adquirirse en ningún supermercado: el sentido común.
Que es, precisamente, lo que les falta a nuestros políticos y, por ende, pues nosotros los elegimos, a nosotros mismos. No voy a explayarme sobre los resultados de la elección del domingo pasado (que parece que hubiera sido el año pasado, tan desconectada estuve) ni tampoco voy a explayarme demasiado sobre nada, porque nada sé, pero sí quiero dejar algunas impresiones sobre el nuevo flagelo que nos azota... Tras la inflación, el dengue, el humo (¿alguien se acuerda ya del humo del año pasado?), la inseguridad, los accidentes de tránsito y la mar en coche, ahora, como a cada chancho le llega su San Martín, a nosotros nos tocó la gripe chanchuna.
Como he dicho y repetido en más de una ocasión, vivo desinformada. A veces, me contento con mirar los titulares de la página de inicio de Yahoo y eso es todo. No miro televisión (y cuando la miro, sólo miro Los Simpsons o alguna serie), no leo los diarios, ya no compro revistas... Soy muy feliz así. Las noticias que me interesan son otras, como puede apreciarse leyendo este y el resto de mis blogs. A través de Facebook y de otros canales me informé, eso sí, porque tan despistada no soy, acerca de la gripe porcina, la gripe A, el virus H1N1 o como rayos quieran llamarlo. Y así descubrí que todo era una movida de los laboratorios Roche, una diábolica conjunción donde las ganancias millonarias, una vez más, eran lo único importante. No le dí demasiada importancia porque, desde luego, no pensé que realmente nos iba a tocar (je, como el archifamoso poema de Bertold Brecht, claro).
Pero ante la suspensión de casi todas las actividades públicas, ante la suspensión de los talleres a los que con tanta felicidad asisto y ante, esto fue lo peor, venir sintiéndome mal sin saber muy bien a qué atribuirlo, comprendí que mi desinformación podía ser casi tan peligrosa como la falta de sentido común de nuestros gobernantes. Hete aquí que este fin de semana, para que el tenía planeadas muchas actividades, desde el viernes a la medianoche (oh sí, ahora me he vuelto adicta a Maldita Ginebra, maldición..., qué será de mí, yo, que era una poeta tan seria!!!) hasta el domingo a la mediatarde, decidí guardarme en mi casita y ocuparme de mi sacrosanta obra artística hasta que la cosa afuera aclare un poco (roguemos que no oscurezca más, porque ya es más que suficiente). Estoy rogando también por las próximas vacaciones para seguir con esta tarea y, ya que vamos a estar (in)voluntariamente recluidos, aprovechar el encierro para algo trascendental.
Me ahorro epítetos para la presidenta, su gabinete y, sobre todo, para el ministro de salud elegido que parece tener menos idea de dicha (y delicada) materia de la que yo puedo tener de física cuántica. ¡Ah, Señor, protégenos de virus de todo de tipo pero protégenos también de nuestros estúpidos e incompetentes políticos...!
Aquí, una nota que justifica toda esta peroración. Lo único bueno de hibernar es que podré/podremos leer y escribir mucho más. Ojalá la lejana aún primavera barra con todas estas porquerías y traiga los nuevos aires que tanto necesitamos, en todos los sentidos...
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