17 de febrero de 2009

Un desvío astronómico

Desde que fundé este blog que no dejo de sorprenderme. Antes también me sorprendía, pero sospecho que no tanto. O, por lo menos, no tan intensa ni asiduamente. Así pues, los diversos posteos, exceptuando los excursos sentimentales, las errancias intelectuales y las divagaciones divagantes como las del domingo, pueden ser pensados como un registro (no minucioso, no detallado, pero sí verídico) de mis cotidianos (o eso intento) sorprenderes. 
Vuelvo mis ojos ahora al Renacimiento, época alucinante si la hay. Y al anoticiarme de lo que viene a continuación entiendo cabalmente la expresión norteamericana "Rennaissance man", adjudicada generalmente a un hombre que "sabe hacer de todo", si bien la mentalidad yanqui lo piensa, desde luego, desde un estricto sentido mercantil o industrial (el hombre que puede ocuparse de todo porque está lo suficientemente informado y atento como para hacerlo; de todos los negocios, se entiende, claro). Pero un Rennaissance man es también aquel que maneja saberes tan diversos como la astronomía y la pintura, algo absolutamente usual en aquellos días, junto con no menos de siete, diez y hasta veintidós (como Picco della Mirandola) idiomas. Galileo fue uno de estos hombres: inventó el telescopio, proclamó "eppur si muove", fue condenado al frío averno y también pintó bellísimas acuarelas lunares...
La noticia no es nueva, sin embargo. Lo es para mí, que hoy descubrí esta nota en Crítica gracias a las benditas alertas de Google (o San Gugle, nuestro nuevo patrono informático). Deploré que una nota tan bien escrita y con tan buena información no contuviera ni una mísera fotito de dos por dos de las acuarelas, pero enseguida encontré una, y entonces les comparto ambas cosas en este desvío astronómico por las blancas (u ocres, para Galileo) y gélidas curvas lunares.

Imagen original: Corriere della Sera, reproducida en La Nación

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