25 de febrero de 2009

Hay un cometa con la cola curva en el cielo, pero es pura ilusión

En efecto, ayer, 24 de febrero, según informan los diarios, un cometa se ha "acercado" a la Tierra y ha paseado por nuestro cielo, exhibiendo sus dos colas curvas. Sin embargo, los astrónomos ya se encargaron de arruinarnos la fiesta de la imaginación aclarando que aunque así nos lo parezca el susodicho no tiene dos colas: "podemos observar que su cola apunta en dos direcciones, pero en realidad, es una misma cola curvada de tal manera que la vemos en proyección por dos lados al mismo tiempo" (pueden leer la noticia completa aquí). Sin embargo, aquí me entero de que los cometas sí pueden tener dos colas: una de gas (o iónica) y una de polvo. Como se sabe, los cometas (del griego 'cometés', cabellera) son cuerpos conformados por gases helados que se mantienen apartados del sistema solar y que cada tanto nos visitan para hacernos recordar lo efímeros y pequeños que somos.
El más famoso de ellos, el cometa Halley, pasó por última vez en 1986. Yo tenía doce años, estaba por terminar la primaria y me olvidé de mirar (así de simple) esa noche el cielo, a ver si lo veía. Ahora me pregunto si haber visto esa pequeña estrella errante, con una o dos colas o con toda su cabellera expuesta al viento solar, hubiera cambiado algo mi vida... ¿Sería acaso más poeta, más vaga, más olvidadiza? No lo sé. No entiendo ahora, a la distancia, a la distancia de más o menos 60 millones de kilómetros como estuvo el cometa Lulin ayer (ya no sé si hoy) de aquella niña de doce tiernísimos años, cómo pude haberme olvidado de algo semejante si no se hablaba de otra cosa en aquellos días... La tele, la radio (sí, había algo llamado radio entonces y no se podía escuchar por Internet), los diarios y las revistas se ocuparon ampliamente del tema y yo... ¿vine a olvidarme? ¿Aún sabiendo que en la próxima pasada del Halley ya no lo iba a ver? 
Hay cometas, me entero ahora por la RAE, barbatos, caudatos, corniformes y crinitos... Eso es lo que me fascina de los diccionarios, aún en su patética y terrible redundancia: que siempre aparecen palabras nuevas, aunque no sean tan nuevas... Nada nos cuesta distinguir a las barbas de 'barbato' ni a las colas de 'caudatos' (recuérdese que la aleta caudal de Moby Dick, por ejemplo, no es más que su 'cola'), a los cuernos en 'corniformes' y a las crines en 'crinitos'. ¿Ven cómo los misterios del idioma siempre se aclaran a nuestro favor? Sólo hay uno insoluble: ¿quién dijo por primera vez agua, mar, rosa, cometa, viento, amor, desprecio, regalo, fortuna, luz, ilusión, poema?

23 de febrero de 2009

Preparándonos para el otoño... con arte

El fin de semana que pasó, al menos en la ciudad de Buenos Aires y alrededores, fue un claro aviso de un hecho irrebatible: el verano se está terminando. Ya casi todo el mundo ha retomado sus actividades normales, muy pronto comenzarán las clases y habrá que archivar las ojotas y cambiarlas por las cálidas pantuflas. Después de regalarnos dos días sofocantes y agobiadores (jueves y viernes) el verano nos dijo: "atenti, que me rajo, y los dejo con el crujiente otoño a sus pies!". ¿Y qué traerá este otoño? es lo que no puedo dejar de preguntarme. Fue díficil el anterior pero confío en que éste será distinto, plenamente distinto...
Y para ello, para esperarlo ya de otro modo y para disfrutar todavía de los últimos coletazos de calor y algún que otro (por ahora lejano, pero quién sabe) piletazo, los invito a ver el trabajo de este maravilloso artista peruano, Joan Louis, que descubrí a través de Facebook... ¡Oh, sí! ¡El gigante de las redes sociales, posiblemente financiado por la CIA, y quizá el sistema de espionaje más perfecto que se haya inventado, me ha atrapado en sus garras! Juro que me resistí, que no le di bola, que me borré de todas las notificaciones que recibía, que rechazaba todas las invitaciones que me llegaban, que ignoraba todo o casi todo lo que me era posible ignorar pero... su poder incantatorio pudo más. Oh, sí, maldición. Y ahora no me puedo pasar sin él, ahora que me encontré con mis ex compañeros del call-center, con viejos compañeros de la facultad, compañeros del taller, compañeros de otros trabajos y de mi trabajo actual, con los amigos de siempre y nuevos amigos, etc. En fin... Y mejor no abro el debate en lo tocante a los derechos que me parece una perrada sin par, pero bueh... Me alegro de no haber subido ningún texto allí, apenas algunas fotos caseras y mis mandalas (pero los originales los sigo teniendo yo, je!). 
Volviendo a lo que nos ocupa: disfruten de este artista, me pareció lo más indicado para empezar la semana bien arriba, miren sino la energía que trasmiten las figuras pero, sobre todo, los colores!!! Y presten atención a los títulos de las obras!!!

"Durmiendo en el Edén" - Joan Louis

"Las hojas escritas para otoño" - Joan Louis

"Mis poemas escritos sin firmar" - Joan Louis

20 de febrero de 2009

Lo curvo, lo torcido, lo recto, lo cierto y lo inentendible

Como dije al comienzo de la semana, no dejo de sorprenderme. Lo que se puede llegar a generar en la red y subsecuentemente en este blog es lo que no deja de sorprenderme. Intuyo que a otros bloggers debe sucederles algo parecido con sus bitácoras. A decir verdad, yo creo que la sorpresa es el estado constante de esto que llamamos 'mundo', sólo que la mayoría de nosotros nos las arreglamos para que esa sorpresa constante pase desapercibida. En efecto, sorprendernos a cada rato puede llevarnos a un peligroso estado espiritual: el estado creativo. Estado en extremo peligroso si lo hay, porque nos hace sentir plenos, maravillados, contentos, satisfechos, deseosos, gozosos, hambrientos, curiosos, expresivos, desordenadamente ordenados y en equilibrio con el mundo... Un estado a todas luces atemorizante... ¿quién quiere sentirse así todo el tiempo? No, no, mejor estar siempre gris, apagado, tranquilo, razonable, sensato, laborioso, juicioso, pulcro... ¿no es cierto? Pues, la verdad, ¡no! 
Y este blog, a pesar de mis abandonos, mis rabietas, mis idas y venidas, mis alineaciones y desalineaciones, mis justificaciones, mis preciosas vueltas y mis más preciosas aún curvas, me pone siempre en ese inefable estado de asombro y conmoción ante las cosas más pequeñas pero también las más increíbles, ante, quizá, las únicas que valga la pena asombrarse y "descentrarse" (salirse del centro que otros han establecido para nosotros y no de nuestro propio eje y centro) así. 
Este blog (y cualquier emprendimiento de esta naturaleza, desde luego) es una ventana al conocimiento y pienso que eso no tiene precio, aún cuando los conocimientos adquiridos no pasen de saber el significado de una palabra que desconocía, como es el caso de hoy. Las alertas de Google funcionan a las mil maravillas y me siguen llegando cosas muy interesantes. Abrí una de las alertas de hoy y me encontré con un editorial lleno de mis keywords (como podrán apreciar luego incluso dice "curvas y desvíos" literalmente), pero no sólo eso sino también con una intrigante palabra: "manabita"
¿Qué corno es 'manabita'? me pregunté de inmediato. Por asociación, me sonaba a "menonita", por lo que inmediatemente pensé en alguna secta o grupo de fanáticos religiosos o... vaya uno a saber. La Wikipedia nada decía. Entonces di en pensar que podía ser un gentilicio y, en efecto, la RAE vino a desasnarme: un manabita es una persona originaria de Manabí, una provincia de Ecuador
Bien: palabra y significado aprendidos. Ahora viene la otra pregunta: ¿qué corno quiere decir o a qué apunta o cuál es el tema principal de este "editorial" lleno de mis keywords favoritas, que a continuación les copio, porque no tiene desperdicio alguno? No lo sé. No lo he llegado a vislumbrar. Apenas reconozco, en un pasaje, la definición de verdad de Santo Tomás de Aquino, pero no me pidan más. Acaso una suerte de conseja acerca de seguir el "recto camino" (pero ¿no era que los caminos del Señor son sinuosos y misteriosos? ¿y no son acaso mucho más bellos los caminos llenos de curvas, de desvíos y meandros?), pero tampoco queda muy claro. Hay también una ligera acusación hacia el gobierno ecuatoriano, presumo, pero tampoco queda claro... En cualquier caso, la resonancia de la palabra 'manabita', la cita disfrazada de Santo Tomás y la confusa redacción del texto me hicieron pensar en lo de la secta religiosa, pero no parece ser así... ¿o sí?
Uds. dirán: 

Alguien puso en duda que la conformidad llega por línea recta. Contrasentido o desviación quizá, sería encontrarla en forma elíptica, dando vueltas por curvas y desvíos y no por el camino recto de la razón frontal. 

Reflexioné sobre la presencia objetiva y soporte lógico de las cosas, tal como son. Como el efecto emocional de un hombre y mujer atraídos por el cruce de sus miradas, descarga eléctrica, en línea recta a través de los ojos, llenando sus cuerpos con ternura estremecida, que altera el corazón y pone a bullir la sangre con el lenguaje mudo de las almas. 

Recta conformidad con las emociones cruzadas, también con línea recta y directa. ¿Quién obra recto y conforme con su realidad individual? Muchos sin duda alguna, en su conformidad vital, pero muy pocos en rectitud, si se toma en cuenta la esencia que tiene la verticalidad. Tema escabroso o difuso es este al tratar la geometría ética de los seres humanos, con sus hábitos de vida y sus valores. 

Lo recto como la línea más corta entre dos puntos es trazo que al hombre confiere paz y seguridad en todos los campos de su actividad. ¿Lógico, verdad? Sí, porque lo curvo y lo torcido, que son también trazos comunes en la realidad, son más vulnerables, riesgosos y costosos al perder el sentido común y la arquitectura de los valores. En el sentido expuesto, ¿qué mismo es la recta conformidad? o al contrario, ¿será posible la conformidad lograda con trazos curvos de la personalidad?. 

El bien obrar, se estructura con el sentido íntimo guiado hacia la verdad, es decir hacia la concordancia entre un hecho real y la idea que forma nuestro entendimiento, madurado por la educación y la experiencia. Así, de las entrañas del entendimiento, la conciencia y la convicción, nace ese tipo de conducta, buena o ejemplar, en recta conformidad con la razón. Un ejemplo entre tantos, es la sentencia del Juez o Magistrado y que debe ser corolario de recta conformidad con la Ley y los méritos del proceso. De lo contrario, la providencia debe ser objetada, atacada o impugnada con los recursos que permite la Ley, para que el Superior la revoque por ilegal o la reforme por sus defectos de fondo y de forma. Sin recta conformidad con la verdad, la actividad y decisión de las personas, en lo legal, ético, cultural, social o moral, son vulnerables por la carga explosiva de peligros que tienen todas las formas de fraude, engaño, farsas y mentiras, conductas que articulan el más funesto de los males: la deslealtad o infidelidad a la verdad y a las personas. Estigma que acompaña hasta la muerte a todo ser desleal, bien entendido que la cárcel, es igualmente mortal, más que del cuerpo, de los valores que definen la dignidad personal. 

Sin desfigurar el objetivo de esta nota, pregunto si la autoridad pública que rige los destinos de la nación y de nuestras provincias, actúa en recta conformidad con su conciencia...? o acaso prevalece en su conducta el tono de la orgullosa altanería, como si fuese un don la busca de más poder y hegemonía, olvidando que la verdad es lo más bello, y sin embargo, la vanidad, el error la mentira, desfiguran esa belleza con trazos cursos y sinuosos que grafican todas las formas que tienen el engaño y la mentira. Por esto, vale la pena recordar una frase feliz de Cherbury diciendo que "el que ve su propia oscuridad ya ve bastante". En fin, todo es posible en relación directa con la sana razón y el equilibrio. 

Dr. Eduardo Brito Mieles
En http://www.mercuriomanta.com//sistema.php?name=noticias&file=article&sid=58484

18 de febrero de 2009

Muebles curvos

Este blog, como la red, como Facebook, da para todo. Hoy es el turno de las sillas y las mesas curvas. Ya he hablado aquí de unas sillas muy particulares, allá por los primeros meses de vida de este rinconcito. Pero en estos últimos días, varias alertas de Google me sorprendieron con algunos de los muebles que les mostraré a continuación y otros los encontré buscando justamente la silla Thonet o silla número 214, que acaba de cumplir 150 años, según me he anoticiado aquí.
Me gustan los muebles redondeados porque dan una idea de poltronería, de ocio, de vida regalada y feliz, de hedonismo al alcance de la mano, de inmensas bacanales romanas con racimos de moradas y carnosas uvas pendiendo directamente sobre nuestras bocas, de cabellos que caen en cascadas de somnoliento azabache, de telas suaves y vaporosas que apenas rozan la piel y acarician antes de que los dedos la acaricien... Los muebles curvos me dan la idea de que hemos sido concebidos para la felicidad y el amor, para estar en paz con nosotros mismos y con nuestros congéneres, de que la pasión es buena y sana y sabia y de que la buena vida es posible, aunque todos los indicadores y todos los aguafiestas del mundo (que son muchos y que tienen muchos medios a su disposición) se encarguen de repetirnos continuamente que eso no es cierto, que hemos venido a padecer y padecer es lo que haremos, nos guste o no, hasta que nos muramos. 
Pues ¿saben qué? Yo no estoy de acuerdo. Y aquí voy dejando también mi rebelión y mi descontento con ello. Es posible que sea muy poco y que el mundo necesite mucho más para exterminar a los mierdosos aguafiestas de siempre pero no importa. Es algo. ¿Qué hace usted, amigo lector, entretanto? ¿Se une a los hedonistas o se va cacareando detrás de los idiotas de siempre? Si me lee a mí, espero sinceramente que se quede entre los primeros. No se va a arrepentir. Y mientras tanto, le ofrezco estos bellos lugares en los que ir tomando asiento...






17 de febrero de 2009

Un desvío astronómico

Desde que fundé este blog que no dejo de sorprenderme. Antes también me sorprendía, pero sospecho que no tanto. O, por lo menos, no tan intensa ni asiduamente. Así pues, los diversos posteos, exceptuando los excursos sentimentales, las errancias intelectuales y las divagaciones divagantes como las del domingo, pueden ser pensados como un registro (no minucioso, no detallado, pero sí verídico) de mis cotidianos (o eso intento) sorprenderes. 
Vuelvo mis ojos ahora al Renacimiento, época alucinante si la hay. Y al anoticiarme de lo que viene a continuación entiendo cabalmente la expresión norteamericana "Rennaissance man", adjudicada generalmente a un hombre que "sabe hacer de todo", si bien la mentalidad yanqui lo piensa, desde luego, desde un estricto sentido mercantil o industrial (el hombre que puede ocuparse de todo porque está lo suficientemente informado y atento como para hacerlo; de todos los negocios, se entiende, claro). Pero un Rennaissance man es también aquel que maneja saberes tan diversos como la astronomía y la pintura, algo absolutamente usual en aquellos días, junto con no menos de siete, diez y hasta veintidós (como Picco della Mirandola) idiomas. Galileo fue uno de estos hombres: inventó el telescopio, proclamó "eppur si muove", fue condenado al frío averno y también pintó bellísimas acuarelas lunares...
La noticia no es nueva, sin embargo. Lo es para mí, que hoy descubrí esta nota en Crítica gracias a las benditas alertas de Google (o San Gugle, nuestro nuevo patrono informático). Deploré que una nota tan bien escrita y con tan buena información no contuviera ni una mísera fotito de dos por dos de las acuarelas, pero enseguida encontré una, y entonces les comparto ambas cosas en este desvío astronómico por las blancas (u ocres, para Galileo) y gélidas curvas lunares.

Imagen original: Corriere della Sera, reproducida en La Nación

16 de febrero de 2009

Las vueltas (curvas) del teatro

Después de haberlo expuesto al público e incluso haberme mofado de él (ver posteo de ayer), el monstruo censor, por aquello de que explicitar lo negativo definitivamente lo exorciza, se retiró a los oscuros, fríos y osteosos rincones donde normalmente se aloja y ha permanecido en un enfurruñado -y consciente de su derrota- silencio. No durará mucho, presumo, pero no importa.
Naturalmente, apenas rasguñé la superficie de las queridas alertas de Google, salieron tópicos y posteos como para una eternidad... Bueno, no tanto, a no ser que la eternidad dure, digamos, un par de semanas. ¿Y qué tal si la eternidad sólo fuera eso, unas simples vacaciones? ¡Terrible perspectiva! ¿O no?
Dejo ese interrogante abierto para otra ocasión y me zambullo (¡oh, el influjo del mar se deslíe, se deshace, se disuelve como se disuelve su espuma bienhechora una vez que se depositó, mansa, en la arena!) en la nota que me interesó destacar hoy: un audaz proyecto de un arquitecto uruguayo que viene a ser, como tan originalmente tituló el periodista de Clarín, "una vuelta de tuerca a la idea clásica de teatro"
Hum... hay 'ideas clásicas' a las que no se les puede dar muchas vueltas. Por ejemplo, la rueda. Desde que se inventó, no creo que haya sufrido mayores modificaciones en lo que a su estructura y concepción (o idea rectora) hace. Otro tanto me parece que sucede con el teatro. La idea de este revolucionario (leerlo como lo pronuncia Homero cuando está buscando un nombre para ya no recuerdo qué cosa) arquitecto es mostrar/exhibir la tramoya, las bambalinas, las candilejas (qué bellas palabras todas!), incluso los camarines y las máquinas y todo aquello que permanece oculto a la vista del espectador en un esfuerzo o un intento por "repensar ciertas cosas que parecían inmutables".
Me pregunto, en este caso, hasta qué punto vale la pena repensar esto. ¿No le quita toda la gracia? ¿No se parece un poco al momento en el que uno descubre que, efectivamente, los Reyes Magos son los padres? ¿No termina siendo decepcionante y contraproducente poder ver toooodooooo? Esto me hace pensar en la estética de los reality shows y de los programas hechos con "gente común", gente que se sorprende cuando una estrella los va a visitar inesperadamente a su casa, pero no se sorprenden de que la misma esté llena de cámaras, técnicos, micrófonos por los cielos y demás artilugios. A su vez, esto me retrotrae a otra estética muy cara a mis aficiones artísticas: el barroco. 
En la pintura del Barroco, sobre todo, es donde mejor puede observarse esto que digo: Velázquez (pero también Rembrandt) se metían, literalmente, en sus cuadros y no sólo eso, mostraban abiertamente el truco, sus trucos, los trucos. El caso paradigmático es de Las Meninas, en el que puede verse a don Diego pintándolas tal como si nosotros lo estuviéramos viendo a él, precisamente, pintándolas... Si ahora, de pronto, en este megamoderno teatro inglés podemos llegar a ver a los actores antes de transformarse en, yo qué sé, Hamlet, por citar uno de mis personajes sespirianos favoritos, ¿no nos costará más suspender el juicio y benevolentemente creer que sí estamos viendo a Hamlet, dudando, enloqueciendo, haciendo que enloquece? Bueh, nombré a Hamlet... ¡una obra de teatro en la que se representa una obra de teatro para desenmascarar un horrendo crimen!
Pienso ahora en las numerosas obras teatrales que la generosidad de Pablo Dipierri me permitió ver el año pasado y ya en dos oportunidades éste. Aunque no fueran en teatros tan sofisticados como el Curve, la ilusión teatral (que, estimo, es el requisito fundamental, así como el de la narrativa es del sueño vívido) nunca se perdía, aunque en algunos casos pudiera momentáneamente distraerse por determinadas circunstancias (en un caso, por ejemplo, estar en un espacio muy reducido demasiado cerca de las actrices; en otro, un aire acondicionado que se apagó en medio de la función dejando de hacer un ruido que hasta ese momento nos había acompañado); pero la ilusión permanecía, pertinaz como todas las ilusiones, incluso sin telón, sin tramoya, sin aparentemente nada más que tres paredes negras y unas pocas sillas... 
Me pregunto entonces hasta dónde nos llevarán estas ansias de democratización e "inclusión" a cualquier precio... ¿no es mejor que la magia siga siendo magia, que determinados secretos sigan siéndolo y que sólo algunos, no todos, estén en posesión de ellos? ¿Qué hay de malo en ello? ¿Por qué todos debemos estar al tanto de tooooodooooo, por qué nos obligan a mirar incluso allí donde no queremos mirar?
Preguntas para un lunes tormentoso, algo lento y deslucido, pero aún así productivo.

15 de febrero de 2009

Domingo de divagaciones

Hoy estoy divagante, así que es probable que este post termine hablando de la nada misma o de todo el todo a la vez. Detesto justificarme cada vez que me aparto de las normas y límites que yo misma me he impuesto en cada uno de mis rinconcitos virtuales y sin embargo, siempre termino haciéndolo, pero ¿para qué? ¿para quién? No ha de ser para el amable público que simplemente quiere leer o que bien puede comenzar a leer y detenerse si lo que lee no es de su agrado. Ha de ser para el monstruo censor que llevo dentro, una especie de las más horrendas, un fiscalizador, un inquisidor, un tremebundo represor, en definitiva un verdadero y feo cuco.
Apuesto a que todos lo conocen. O por lo menos tienen referencias de él. ¿No han oído nunca esa vocecita cruel en su cabeza que les arruina -o intenta arruinarles- cualquier cosa buena que hayan hecho, cualquier cosa de la que estén medianamente orgullosos? Su chillido resuena siempre en los momentos en los que uno está mas distraído, más indefenso, más expuesto a caer en las redes de ese auténtico demonio devorador de almas. Resuena y en ocasiones no hay nada que se pueda hacer. No obstante, todos los conjuros son buenos y presumo que este post está oficiando de tal en estos momentos.
Es que sucede la insatisfacción satisfecha. Apuesto a que también conocen esa sensación. No se está ya en un pozo depresivo, en un abismo de hiel y negruras, por suerte. El hoyo y sus poemas desgarrados han quedado ya lejos. Se hacen cosas. Cosas buenas. Se comparten otras. Y sin embargo... Sin embargo, la insatisfacción rollingstoniana permanece. Hay, aún en momentos de plenitud, esa espina que sigue clavada y molestando, el pequeño garbanzo debajo de los siete colchones de la princesa que ¡oh, bendito! la incordia en su maravilloso sueño... Hay, aún con todos los avances (y los necesarios retrocesos), esquirlas del pasado que se niegan a disolverse en la abrumadora capacidad de cambio del presente. Hay, aún en medio de sol más prístino, esa nubecilla que amenaza derrumbarlo todo con su flotante paso. Eso es lo que me sucede hoy, domingo post-San Valentín.
Sacrifiqué la pileta y el poder curativo del agua por el malsano poder de las palabras. Desistí de mis propósitos estivales en pos de mis propósitos artísticos. Pero ¿qué he logrado? Nada. Mucho. Más o menos lo de siempre. ¿Lo de siempre, realmente? Y el monstruo acecha, enojadísimo porque no hablo de ninguna curva ni de ningún desvío, ni pongo imágenes ad hoc, ni me molesto en buscar información relacionada, ni procuro copiar poemas alusivos y para colmo continuo escribiendo de lo primero que se me viene a la cabeza, acaso el desvío y la desobediencia más grande.
Me dicen que escribo mucho cada vez que alguien lee este blog (y los demás también). ¿Por qué lo que para otros es mucho para mí es poco, es, más bien, nada? Me dicen que tengo buen ojo para combinar los colores cuando ven mis mandalas. ¿Por qué entonces desecho cualquier combinación inusitada y que no se ajuste a lo que yo 'creo' que es correcto? Me alaban la brevedad o la intensidad o la sensualidad de mis poemas. Y yo siempre pienso que nunca jamás serán como los de mis dioses poéticos (lo cual es sindudamente obvio), pero que tampoco serán nunca jamás como los que bullen y burbujean en mi cabeza antes de salir a la superficie del papel. A esto me refiero con insatisfacción satisfecha. A nunca conformarse, a nunca aceptar, a nunca ceder en lo que sí conviene ceder...
Dije que estaba divagante y así es. Podría ahora poner una imagen curva o un poema con curvas o cualquier otra cosa que cuadre con la filosofía que anima este blog ¿¿¿desde hace ya un año??? (recién acabo de percatarme que fue hacia fines de enero/principios de febrero del 2008 que lo fundé) y tranquilizar así al monstruo limitador, evitar que se soliviante y siga chillando absurdo y aburrido. Pero no lo haré porque sólo debemos, creo yo, hacer lo que nos tranquilice a nosotros mismos y no a los demás. Este monstruo, es claro, crece y se alimenta de todo lo peor de los demás y nos lo arroja contra nosotros mismos, haciéndonos creer que somos eso y no esto.
Esto. Un humano animal pensante hembra.

11 de febrero de 2009

Un descubrimiento (gracias al mar)

No quiero perder el impulso (el ímpetu, el élan, el deseo de desear e inmediatamente hacer, sin dilación) que traje del mar. Por eso pensé que seguir precisamente con su estela era lo más indicado.
Recordé las épocas en que hacíamos el boletín (ver perfil): cada siete números teníamos un número especial, dedicado a un único tema que se desplegaba y llenaba todos los recovecos (y secciones) del boletín. Nuestro primer especial estuvo dedicado al otoño, maravilloso, bendito, hermoso otoño. Le siguieron (no exactamente en este orden...) los especiales lluvia, huesos, primavera, cartas, Quijote (que, desde luego, fue doble) y música. Quedó pendiente, entre tantos otros, el especial mar.
Para esos números especiales buscábamos versos, poemas y fragmentos literarios que aludieran al tema tratado. Luego, con paciencia de costureras, los enhebrábamos entre sí. El resultado era siempre infalible. Ese especial mar hubiera debido empezar con los célebres versos de mi padre poético Baudelaire ("¡hombre libre, tú siempre has de querer el mar!") y posiblemente cerrar con los no menos célebres de Machado ("nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar" -cito de memoria, puede diferir ligeramente del original, pero no importa).
Pero, ahora, la "tecnología" nos permite enhebrar otro tipo de cosas también. Por ejemplo, imágenes. ¡Oh, benditas imágenes! ¿Qué haría yo sin ellas? ¿Qué sería de este blog sin ellas? Pensaba poner "mar" en el buscador de imágenes y ver con qué me encontraba. Lo hice, pero salieron muchas fotos de Flickr, que no siempre se pueden reflejar aquí. Recordé entonces una excelente página de fotografía, a la que ya he mencionado por aquí, Photo.Net. Y allí hice este descubrimiento (uno más, y van...). Todo lo que sé es que se llama Joaquín Tornel, presumo que es español, y aquí les dejo tres muestras de su arte, maravilloso e inquietante arte (aunque, me pregunto, ¿el arte es suyo por haberlo captado y plasmado en un papel o el arte ya estaba allí, antes de que él llegara, esperándolo, aguardando que alguien al fin lo viera? Hum...).


Joaquín Tornel - Palacio de las Ciencias y las Artes Príncipe Felipe

Joaquín Tornel - Las primeras lluvias en la sabana

Joaquín Tornel - Pelagia noctiluca

9 de febrero de 2009

Sigo con el mar (and a glympse of surf art)

Sigo con el mar, en efecto. Hace ya más de una semana que volví de la costa (y me tienta decir que ya casi parece un siglo, snif) y todavía tengo mucho que decir acerca del mar y su sortilegio (bellísima palabra que aprendí aquí). Me proponía, también, volver a postear diariamente como supe hacerlo en su día en este curvo/curvado y desviado/desviante blog, pero, ya ven, las circunstancias "de la vida", las ¿ocupaciones?, las sesiones de terapia, las largas charlas de chat con alguien que siempre parece ser el hombre de mis sueños (y nunca lo es... o casi..., aún tengo esperanzas), el je ne se quoi (o como se escriba -perdido y encontrado amigo D., help!), la crisis mundial, la crisis existencial-personal-vivencial de siempre, el esplín y, justamente, la mar en coche, me impidieron cumplir con mi loable propósito blogguero.
No obstante lo cual y habiendo comenzado una nueva semana, renuevo mis votos de posteo diario porque, aunque no lo crean, esto contribuye mucho a mi sanidad mental, más aún, a mi tan necesario (y temido por necesario, desde luego) saneamiento mental luego de que el que sí era (¿era? ¿es? ¿fue y ya nunca volverá a ser?) el hombre de mi vida se fuera de ésta (es cierto que yo también quise y consentí en que se vaya, pero igual) y no volviera ya nunca más... salvo esos dos fugaces encuentros, uno de ellos tan sentidamente relatado aquí mismo.
Entonces, a lo que iba, como dirían los españoles (o "a lo que te truje" como le dice Homero a Bart). Sé que hay nuevos ojos por allí, lo cual también me sirve de aliciente para volver a darle pelota a mi "espacio mentalista" y por ello, sin dar más vueltas (pero qué más bello y femenino que dar vueltas...?) les contaré lo que me propongo en este lunes de febrero.
Pocos días antes de partir a mi petit trip to the sea, mi nunca bien ponderada y alabada como se debe amiga Estela (quien, ¡ahora sí, aleluya!, tiene su propio blog que ya mismo están visitando aquí), me puso en la pista de este artista, Rick Piper. Un exponente, digamoslo así, del surf art. Los deportes extremos no son lo mío (salvo que consideremos a la escritura como uno... lo que no dista demasiado de ser cierto, a decir verdad), pero los cuadros (y los murales...!) de este pibe me parecieron armosossssss y no pude más que pensar que pondría algo aquí sin dilación y enseguida comprenderán por qué. No sólo hay mar, bellas sirenas (¿les he dicho alguna vez que creo firmemente que he sido una sirena en otra vida?), peces de todo tipo, olas magníficas, colores estridentes, contrastantes, llamativos, bien surfers, sino también curvas, mares curvados, playas sinuosas y candentes, flores curvilíneas y mágicas...
Y ahora que lo pienso ¿qué curva más perfecta que la de las olas? Si no, pasen y vean:


Rick Piper, "Time of sirens"



Rick Piper, "Inside diameter"


Rick Piper, "Evening curve"

4 de febrero de 2009

De vuelta de las vacaciones (extendidas...!), con los ojos llenos de mar

Lo traté como a un amante. Y él me trató igual, o quizá incluso mejor, ya que no me dijo las mentiras usuales que los amantes suelen decirse en los momentos de mayor zozobra y desesperación. Se limitó a estar en el mismo lugar donde lo había dejado cuatro años atrás, con vanas promesas de pronto reencuentro. Se limitó a ser él mismo (pero nunca el mismo). Se limitó a envolverme con su sapiencia, a lamer mis pies con la docilidad indócil que lo caracteriza. Se limitó a ir y venir, una y otra vez, miles de veces cada vez, distinto, hermoso, inigualable cada vez (acaso como el otro "él").
El reencuentro no careció de lágrimas y de la sorda emoción que nubla la vista, anega los oídos y paraliza, por trechos, el corazón. No hubo abrazo, no hacía falta. Una mirada bastó para saber que ambos estábamos allí, de nuevo, los mismos (pero otros) amándonos como antaño. El reencuentro fue breve pero intenso y nada pudo empañarlo: ni siquiera el viento, la lluvia ni la terrible tempestad que se libraba entre densos cúmulos arriba de nuestras cabezas. Nada ni nadie podía impedirme ya estar allí presente, así se viniera el mundo abajo en ese instante. Era una cita largamente esperada, acaso la más esperada de todas. Sí, de todas.
Después, cada vez que me fue posible, me escurrí entre la gente, la arena y las gaviotas hasta su orilla. Y caminé. Caminé como si nunca hubiera hecho otra cosa. Caminé de mañana, de tarde y de noche también. Fui a visitarlo en una fugaz corrida, porque necesitaba imperiosamente volver a verlo, a pesar de que había merendado no hacía mucho en la arena fría del atardecer y había hollado con mis plantas la ribera casi todo el día. Necesitaba sentir su olor de nuevo, volver a sentir la piel impregnada de su salinidad, escuchar su voz, sus rugidos, sus bufidos, los sonidos más maravillosos que existir puedan (incluso después de los del otro "él") sobre la Tierra que en vano intenta constreñirlo.
Pero nada dura para siempre. Y en apenas dos días me tuve que ir, con la enorme congoja de dejarlo otra vez allí. Congoja enorme, sí, incluso sabiendo que él sigue allí y que allí estará cada vez que yo vaya, que yo pueda ir, como fui, al fin, esta vez. No hubo despedidas ni promesas. Tan sólo una frase: "volveré lo más pronto que pueda". Y así es (así será). Lo más pronto que pueda volveré para que sus dedos tibios (más tibios que los del otro "él") me digan lo que nadie más puede decirme, para que su espuma me devuelva a la divina naturaleza de Afrodita (de la que todas las mujeres provenimos), para que Iemanjá me traiga lo que le pedí, para que su sabor se impregne de nuevo en mí, para que su constante ondear sea la única nana que necesite para estar en paz, feliz, plena, al fin.
Lo traté como a un amante. Y él me trató como tal: me sedujo, me cautivó, me elevó a los cielos más verdes y azules que hallarse pueda. Me regaló la música que jamás me regaló el otro "él", me dio todos los nombres de mi esencia, me encantó como las sirenas hubieran querido encantarlo a Ulises, me bañó en la linfa primigenia. Más todavía: el mar, que de él hablo, me demostró que Dios existe. Y si no me creen, a las pruebas me remito:

Santa Teresita, 30/01/09

Santa Teresita, 31/01/09

Santa Teresita, 01/02/09

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