26 de noviembre de 2008

Las bibliotecas curvas, IV

Si hablamos de bibliotecas, este libro no podía faltar. De hecho, gira en torno de una biblioteca, unos monjes, un manuscrito perdido y misteriosos crímenes cometidos no se sabe si por mano humana o satánica. Me refiero al El nombre de la rosa, de Umberto Eco, por supuesto. Probablemente sea, junto con Miedo a volar de Erica Jong y la versión condensada para niños de Kapelusz de Moby Dick, uno de los libros que más veces leí y releí en mi vida. Y las sucesivas relecturas no pierden ni un ápice de suspenso o intriga por más que ya sepa cuál es la clave para descifrar el laberinto, en qué extraño idioma estaba ese fragmento de pergamino que tenía Venancio entre sus ropas, a qué se debió la primacía de italianos siempre encargados de la biblioteca hasta la llegada del alemán Malaquías y ya conozca casi de memoria todos los homenajes, parodias, reescrituras e imitaciones de estilo que Eco prodigó a lo largo de sus cuatrocientas y pico de jugosas páginas. Fue, mal que le pese a los Brownies, el primer thriller erudito que se convirtió en best-seller, al igual que su libro siguiente, El péndulo de Foucault, uno de los primeros también en ficcionalizar acerca de los templarios, el Santo Grial y demás, pero con la altura y sabiduría que sólo un semiólogo como Eco puede darles.
En el fragmento siguiente, Adso de Melk, el monje que narra los hechos que vivió en su juventud en una perdida abadía al norte de Italia, "reflexiona en el scriptorium sobre la historia de su orden y sobre el destino de los libros", como reza el acápite de este capítulo:

"Me impresionó la calma y la serenidad con que estaban entregados a sus tareas, como si no hubiese desaparecido uno de sus hermanos y no lo estuvieran buscando afanosamente por todo el recinto, y como si ya no hubiesen muerto otros dos en circunstancias espantosas. Aquí se ve, dije para mí, la grandeza de nuestra orden: durante siglos y siglos, hombres como éstos han asistido a la irrupción de los bárbaros, al saqueo de sus abadías, han visto precipitarse reinos en vórtices de fuego, y, sin embargo, han seguido ocupándose con amor de sus pergaminos y sus tintas, y han segudo leyendo en voz baja unas palabras transmitidas a través de los siglos y que ellos transmitirían a los siglos venideros. Si habían seguido leyendo y copiando cuando se acercaba el milenio, ¿por qué dejarían de hacerlo ahora?
El día anterior, Bencio había dicho que con tal de conseguir un libro raro estaba dispuesto a cometer actos pecaminosos. No mentía ni bromeaba. Sin duda, un monje debería amar humildemente sus libros, por el bien de estos últimos y no para complacer su curiosidad personal, pero lo que para los legos es la tentación del adulterio, y para el clero secular la avidez de riquezas, es para los monjes la seducción del conocimiento.
Hojeé el catálogo y empezó un baile de títulos misteriosos: Quinti Sereni de medicamentis, Phaenomena, Liber Aesopi de natura animalium, Liber Aethici peronymi de cosmographia, Libri tres quos Arculphus episcopus Adamnano escipiente de locis sanctis ultramarinis designavit conscribendos, Libellus Q. Iulii Hilarionis de origine mundi, Solini Polyhistor de situ orbis terrarum et mirabilibus, Almagesthus... No me asombré de que el misterio de los crímenes girase en torno a la biblioteca. Para aquellos hombres consagrados a la escritura, la biblioteca era al mismo tiempo la Jerusalén celestial y un mundo subterráneo situado en la frontera de la tierra desconocida y el infierno. Estaban dominados por la biblioteca, por sus promesas y sus interdicciones. Vivían con ella, por ella y, quizá, también contra ella, esperando, pecaminosamente, poder arrancarle algún día todos sus secretos. ¿Por qué no iban a arriesgarse a morir para satisfacer alguna curiosidad de su mente, o a matar para impedir que alguien se apoderase de cierto secreto celosamente custodiado?
Tentaciones, sin duda; soberbia del intelecto. Muy distinto era el monje escribiente que había imaginado nuestro santo fundador: capaz de copiar sin entender, entregado a la voluntad de Dios, escribiente en cuanto orante, y orante en cuanto escribiente. ¿Qué había sucedido? ¡Oh, sin duda, no sólo en eso había degenerado nuestra orden! Se había vuelto demasiado poderosa, sus abades rivalizaban con los reyes. ¿Acaso Abbone no era un ejemplo de monarca que con ademán de monarca intentaba dirimir las controversias entre los monarcas? Hasta el saber que las abadías habían acumulado se usaba ahora como mercancía para el intercambio, era motivo de orgullo, de jactancia, y fuente de prestigio. Así como los caballeros ostentaban armaduras y pendones, nuestros abades ostentaban códices con miniaturas... Y aún más (¡qué locura!) desde que nuestros monasterios habían perdido la palma del saber: porque ahora las escuelas catedralicias, las corporaciones urbanas y las universidades copiaban quizá más y mejor que nosotros, y producían libros nuevos... y tal vez fuese ésta la causa de tantas desgracias.
La abadía donde me encontraba era, quizá, la última capaz de alardear por la excelencia en la producción y reproducción del saber. Pero precisamente por eso sus monjes ya no se conformaban con la santa actividad de copiar: también ellos, movidos por la avidez de novedades, querían producir nuevos complementos de la naturaleza. No se daban cuenta -entonces lo intuí confusamente, y ahora, cargado ya de años y experiencia, lo sé con seguridad- de que al obrar de ese modo estaban decretando la ruina de lo que constituía su propia excelencia. Porque si el nuevo saber que querían producir llegaba a atravesar libremente aquella muralla, con ello desaparecería toda diferencia entre aquel lugar sagrado y una escuela catedralicia o una universidad ciudadana. En cambio, mientras permaneciera oculto, su prestigio y su fuerza seguirían intactos, a salvo de la corrupción de las disputas, de la soberbia cuodlibetal que pretende someter todo misterio y toda grandeza a la criba del sic et non. Por eso, dije para mí, la biblioteca está rodeada de un halo de silencio y oscuridad: es una reserva de saber, pero sólo puede preservar ese saber impidiendo que llegue a cualquiera, incluidos los propios monjes. El saber no es como la moneda, que se mantiene físicamente intacta incluso a través de los intercambios más infames; se parece más bien a un traje de gran hermosura, que el uso y la ostentación van desgastando. ¿Acaso no sucede ya eso con el propio libro, cuyas páginas se deshacen, cuyas tintas y oros se vuelven opacos, cuando demasiadas manos lo tocan? Precisamente, cerca de mí, Pacífico da Tívoli hojeaba un volumen antiguo, cuyos folios parecían pegados entre sí por efecto de la humedad. Para poder hojearlo debía mojarse con la lengua el índice y el pulgar, y su saliva iba mermando el vigor de aquellas páginas. Abrirlas significaba doblarlas, exponerlas a la severa acción del aire y del polvo, qu roerían las delicadas nervaduras del pergamino, encrespado por el esfuerzo, y producirían nuevo moho en los sitios donde la saliva había ablandado, pero al mismo tiempo debilitado, el borde de los folios. Así como un exceso de ternura ablanda y entorpece al guerrero, aquel exceso de amor posesivo y lleno de curiosidad exponía el libro a la enfermedad que acabaría por matarlo.
¿Qué había que hacer? ¿Dejar de leer y limitarse a conservar? ¿Eran fundados mis temores? ¿Qué habría dicho mi maestro?
No lejos de mí, el rubricante Magnus da Iona estaba ablandando con yeso un pergamino que antes había raspado con piedra pómez, y que luego acabaría de alisar con la plana. A su lado, Rabano de Toledo había fijado su pergamino a la mesa y con un estilo de metal estaba trazando líneas de horizontales muy finas entre unos agujeritos que había practicado a ambos lados del folio. Pronto las dos láminas se llenarían de colores y de formas, y cada página sería como un relicario, resplandeciente de gemas engastadas en la piadosa trama de la escritura. Estos dos hermanos míos, dije para mí, viven ahora su paraíso en la tierra. Estaban produciendo nuevos libros, iguales a los que luego el tiempo destruiría inexorable... Por tanto, ninguna fuerza terrenal podría destruir la biblioteca, puesto que era algo vivo... Pero, si era algo vivo, ¿por qué no se abría al riesgo del conocimiento? ¿Era eso lo que deseaba Bencio y lo que quizá también había deseado Venancio?"

Umberto Eco, El nombre de la rosa.

Las bibliotecas curvas, III

Sigo un poco remisa pero aquí estoy con el vivo deseo de proseguir compartiendo con uds. las maravillosas fotografías de Curious Expeditions y algunos fragmentos alusivos como para amenizar, mientras reordeno mi habitual caos emotivo, emocional y existencial e intento retomar los buenos hábitos, como el de postear a diario aquí, semanalmente en Fauna y ad libitum en el resto de mi flota blogguera (y se vienen un quinto y hasta un sexto blog... Los mantendré informados).
Hoy terminé de leer un libro de artículos y ensayos de Alberto Manguel, escritor argentino radicado en Canadá desde hace varios años, consuetudinario jurado del Premio Clarín de Novela vaya uno a saber por qué... El libro es mediano, digamos. En realidad, los artículos y ensayos son muy esclarecedores, dicen cosas que no por sabidas está de más volver a leerlas o considerarlas, pero tiene un exasperante tono monocorde (¿o quizá sea la traducción? pero siendo el traductor Marcelo Cohen, no debería ser culpa de él... bah, qué sé yo; a propósito, uno de los mejores artículos del libro de Manguel trata justamente sobre la ingrata y traicionera tarea del traductor...) cuyo peor efecto fue, por momentos, el no poder seguirlo con el entusiasmo que aquello de lo que estaba hablando sí me suscitaba. Porque Manguel es, como bien dice la faja del libro, "el don Juan de las bibliotecas", en el sentido de ser un gran esculcador de obras y autores poco conocidos, de acercar a los lectores a nuevas formas de ver las cosas y los libros, y, sobre todo, un gran difusor de las bellezas encerradas en páginas y versos.
Así pues, les comparto este fragmento, extraído de un artículo en el que procura dar con una definición, si la hubiera o hubiese, de qué cosa sea la literatura gay, sin que por ello se entienda solamente 'literatura escrita por homosexuales' (como si eso pudiera ser suficiente... aunque para muchos lamentablemente lo es) o 'literatura escrita para homosexuales' (con lo cual termina siendo todo tan discriminatorio como aquello que se pretende combatir):

"A mediados del tercer siglo a. C. el poeta cirenaico Calímaco emprendió la labor de catalogar el medio millón de libros albergados en la célebre biblioteca de Alejandría. Era una tarea prodigiosa, no sólo por el núero de libros para inspeccionar, desempolvar y situar en los estantes, sino porque entrañaba la concepción de un orden literario que, supuestamente, debía reflejar de algún modo el orden más amplio del universo. Para atribuir cierto libro a cierto estante -Homero a "Poesía" o Herodoto a "Historia", por ejemplo-, Calímaco tuvo que decidir antes que toda escritura se podía dividir en un número específico de categorías o, como las llamó, pinakes, "tablas"; y luego tuvo que resolver a cuál pertenecía cada uno de los miles de volúmenes sin etiquetar. Calímaco dividió la colosal biblioteca en ocho "tablas" que, en conjunto, debían contener todo hecho, conjetura, pensamiento o imaginación estampado alguna vez en una hoja de papiro; los bibliotecarios futuros multiplicarían aquel modesto número hasta el infinito. Borges recordó alguna vez que en el sistema númerico del Instituto Bibliográfico de Bruselas, el número 231 correspondía a Dios.
Ningún lector que haya disfrutado de un libro tiene gran confianza en estas formas de catalogar. Índices temáticos, géneros literarios, escuelas de pensamiento y estilo, literaturas nacionales o étnicas, compendios cronológicos o antologías sólo sugieren al lector uno entre una multitud de puntos de vista, ninguno abarcador, ninguno que raspe siquiera la amplitud y hondura de un escrito misterioso. Los libros se niegan a mantenerse tranquilamente en los estantes: Los viajes de Gulliver salta de "Crónicas" a "Sátira social" o "Literatura infantil", sin guardar fidelidad a ningún rótulo. Como la sexualidad, la lectura es multifacética y fluida."

Alberto Manguel, En el bosque del espejo.

20 de noviembre de 2008

Las bibliotecas curvas, II

Debería estar escribiendo para Fauna y sin embargo estoy aquí. Sucede que no se me ocurre nada o que todo lo que se me ocurre me parece fútil, demasiado poco o demasiado mucho (como siempre, el término medio es un paraje incógnito para mí) y entonces preferí venir aquí, donde al menos el lunes tuve esta idea, este petit coraje de plantear un tema para toda la semana a partir de las bellísimas fotos de Curious Expeditions...
Pero como siempre sucede que uno propone y la cadena de eventos sin hilación aparente que llamamos vida se encarga de disponer de nosotros y de nuestras amadas u odiadas circunstancias, sucedió entonces que el martes volví muy tarde y muy cansada de La Plata y que ayer miércoles era justamente el día de tan bella (y masónica) ciudad y con mis compañeros de trabajo nos sustrajimos del mundanal ruido y hacia los campos de Arana fuimos, donde en medio del más bucólico paisaje que imaginarse pueda, comimos asado cual gauchos y bebimos cerveza cual vikingos... Es por eso que recién hoy continúo con las bibliotecas curvas. Y hoy ni siquiera debería continuar, puesto que es el día de mis amados abisales, pero éstos tendrán que esperar, puesto que nada de lo que se me ocurrió me pareció digno y un día de licencia no creo que les venga mal... A quien sí le vendrá mal será a mi insoportable superyó, pero estoy dispuesta a escuchar sus interminables peroratas y recriminaciones a cambio de compartir con uds. otra hermosa foto y otro bellísimo pasaje literario con libros y bibliotecas, como los que siguen:

"Los libros, los libros, la proliferación de la materia impresa. Los libros crecen, forman paredes, modifican la arquitectura de la casa. Los libros nos van haciendo un nicho de imprenta, un emparedado de papel, una celda estrecha y alta de letra impresa, una garita donde esperar la muerte. Hay una época en que se compran los libros y se van colocando, ordenadamente. Luego, los libros vienen solos, proliferan durante la noche, y por más que los dejo en desorden, se me ordenan durante el sueño y sé exactamente dónde está cada uno de ellos, porque quizá mi cabeza va teniendo estructura de biblioteca. En eso, quizá, consiste la decrepitud, en que decae la imaginación y se impone la erudición, en que el bibliotecario acaba asesinando al poeta con el filo agudo de una página de papel biblia.
(...)
Los libros devuelven ciento por uno y van ensombreciendo la casa, tapando la entrada al sol, clausurando los rincones, hasta que uno comprende que se ha fabricado una tumba de libros, un panteón de páginas, como otros se lo fabrican de consolas o de porcelanas.
Han hablado los poetas de que el hombre se hace su propia muerte. Yo creo que lo que el hombre se hace, en todo caso, es su propia tumba, como mucho. La muerte se hace sola, pero la tumba nos la vamos enladrillando en vida con muebles isabelinos, botellas de licor o con libros.
(...)
Tenemos miedo, algunas noches, de coger un alto libro de la estantería, como si todo fuese a venirse abajo al quitar el ladrillo, como si pudiéramos perecer bajo los escombros impresos, y por eso cada vez releemos menos, y sólo lee uno, ya, los libros que van llegando, los libros nuevos, frescos, que traen el aire de la calle, el olor de los viajes y la novedad de un pensamiento reciente.
No es por estar al día. Es porque en los libros viejos ya sólo se lee uno a sí mismo, y tengo como miedo de quedar encerrado dentro del que soy, y entonces salgo de mí hacia un libro reciente, y no comprendo bien a los que releen libros, que es como cantar hacia adentro viejas melodías, envenenarse de uno mismo, cegarse de pasado, atascarse de recuerdos. El libro nuevo, aunque sea de filosofía pura, viene verde como una lechuga y me comunica su juventud de imprenta y pensamiento. Lo malo es que en cuanto lo leo y lo dejo junto con los otros libros, cae sobre él un polvo de siglos y en seguida queda incorporado al muro de papel, se funde con los viejos libros y ya no se le puede volver a abrir, porque tiene las páginas pegadas con cemento.
Ésta es la traición de los libros, el peligro de haber vivido entre libros. Así es como la vida se va haciendo angosta, entre pasillos de biblioteca. Porque los libros respiran, nos chupan el oxígeno y nos van matando."

Francisco Umbral, Mis paraísos artificiales.


17 de noviembre de 2008

Las bibliotecas curvas, I

Hace bastante que tenía estas imágenes dando vueltas para postear por aquí. Pero en lugar de sólo postear las imágenes como he hecho en otras ocasiones, esta vez he pensado agregarles algo de interés citando pasajes de obras literarias que vienen al caso.
Ya que justamente se da el caso que las bibliotecas son lugares que siempre han ejercido una fascinación sin límites sobre mí, cuando descubrí estas imágenes caí en absoluto éxtasis. No sé cuántos de mis potenciales y reales seguidores/suscriptores/lectores sentirán la misma devoción por tales edificios y su contenido, pero espero inculcarles algo de mi pasión por ellos. Sobre todo porque lo haré subrepticiamente -como deben hacerse estas cosas-, o vicariamente, mejor dicho, es decir, a través de la literatura, el mismo contenido que, entre otros, estas moles a veces ingentes, a veces modestas, pretenden proteger.
Para mí las bibliotecas son lo que las catedrales y basílicas (dos bellísimas palabras) a los católicos fervientes. Para mí hay pocas cosas más deleitosas que perderse entre los estantes de una biblioteca, así sean dos tablitas enclenques o descomunales andamios del techo hasta el piso (sueño, anhelo, deseo tener una habitación completamente tapizada, amurallada de libros y no me importan las implicancias mortificantes y aparentemente 'inmovilizantes' que ello pueda acarrear según el mundo psi-). Cada vez que llego temprano al taller literario donde religiosamente concurro cada sábado, dejo mis cosas en una silla y me zambullo a chusmear los libros de mi maestro, que por cierto no son pocos y que se ven incrementados, además, por la biblioteca ambulante formada por los préstamos de los talleristas (lo que me recuerda que aún no he hecho mis préstamos pertinentes pero es que... ¡arrancarle un libro a un bibliófilo es como arrancarle un hijo! Es muy díficil elegir qué libro llevar, puesto que ninguno -ni siquiera los libros más innobles o innombrables- entrarán jamás en la categoría de 'libro descartable o canjeable o desechable' así sea una bosta de principio a fin). Una mañana, Marcelo -mi maestro- entró y me sorprendió hurgando sus libros: "Sabía que te iba a encontrar así" dijo y agregó: "Eso denota quién es un verdadero escritor y quién no lo es".
Así pues, vaya la primera imagen de estas impresionantes "bibliotecas curvas", acompañada del primer fragmento literario que se me vino a la mente ni bien pensé en este post. Desde luego que hay todavía escenas más famosas que ésta que transcurren en o alrededor de bibliotecas, pero el romanticismo y los versos de mi padre tutelar que la coronan no podían sino hacer que ella fuera la primera. Nótese además como en medio de una situación de inminente peligro (puesto que han entrado a la biblioteca para robar) los adolescentes se ponen a hablar de amor, especialmente el protagonista, Silvio Astier, quien no puede dejar de recordar a su amada; más todavía, nótensen los signos del mercado literario de entonces (mediados de los años 20) no muy diferentes del actual: los libros "técnicos" son los que serán mercados mientras que los libros literarios o bien son dejados de lado (Las Montañas del Oro, libro de poemas de Lugones, el "poeta nacional", libro convenientemente agotado como bien señala Enrique) o bien atesorados como algo invaluable (los versos de Baudelaire) y no me extiendo más, así disfrutan por ustedes mismos:

"Enrique abrió cautelosamente la puerta de la Biblioteca.
Se pobló la átmosfera de olor a papel viejo, y a la luz de la linterna vimos huir una araña por el piso encerado.
Altas estanterías barnizadas de rojo tocaban el cielo raso, y la cónica rueda de luz se movía en las oscuras librerías, iluminando estantes cargados de libros.
Majestuosas vitrinas añadían un decoro severo a lo sombrío, y tras de los cristales, en los lomos de cuero, de tela y de pasta, relucían las guardas arabescas y títulos dorados de los tejuelos.
Irzubeta se aproximó a los cristales.
Al soslayo lo iluminaba la claridad refleja y como un bajorrelieve era su perfil de mejilla rechupada, con la pupila inmóvil y el cabello negro redondeando armoniosamente el cráneo hasta perderse en declive en los tendones de la nuca.
Al volver a mí sus ojos, dijo sonriendo:
-Sabés que hay buenos libros.
-Sí, y de fácil venta.
-¿Cuánto hará que estamos?
-Más o menos media hora.
Me senté en el ángulo de un escritorio distante pocos pasos de la puerta, en el centro de la biblioteca, y Enrique me imitó. Estábamos fatigados. El silencio del salón oscuro penetraba nuestros espíritus, desplegándolos para los grandes espacios de recuerdo e inquietud.
-Decime, ¿por qué rompiste con Eleonora?
-Qué sé yo. ¿Te acordás? Me regalaba flores.
-¿Y?
-Después me escribió unas cartas. Cosa rara. Cuando dos se quieren parecen adivinarse el pensamiento. Una tarde de domingo salió a dar una vuelta a la cuadra. No sé por qué yo hice lo mismo, pero en dirección contraria y cuando nos encontramos, sin mirarme alargó el brazo y me dio una carta. Tenía un vestido rosa té y me acuerdo que muchos pájaros cantaban en lo verde.
-¿Qué te decía?
-Cosas tan sencillas. Que esperara... ¿te das cuenta? Que esperara a ser más grande.
-Discreta.
-¡Y qué seriedad, che Enrique! Si vos supieras. Yo estaba allí, contra el fierro de la verja. Anochecía. Ella callaba... a momentos me miraba de una forma... y yo sentía ganas de llorar... y no nos decíamos nada... ¿qué nos íbamos a decir?
-Así es la vida -dijo Enrique-, pero vamos a ver los libros. ¿Y el Lucio ése? A veces me da rabia. ¡Qué tipo vago!
-¿Dónde estarán las llaves?
-Seguramente en el cajón de la mesa.
Registramos el escritorio, y en una caja de plumas las encontramos.
Rechinó una cerradura y comenzamos a investigar.
Sacando los volúmenes los hojéabamos, y Enrique que era algo sabedor de precios decía:
-"No vale nada", o "vale".
-Las Montañas del oro.
-Es un libro agotado. Diez pesos te lo dan en cualquier parte.
-Evolución de la materia, de Lebon. Tiene fotografías.
-Me lo reservo para mí -dijo Enrique.
-Rouquete. Química Orgánica e Inórganica.
-Ponelo acá con los otros.
-Cálculo infinitesimal.
-Eso es matemática superior. Debe ser caro.
-¿Y esto?
-¿Cómo se llama?
-Charles Baudelaire. Su vida.
-A ver, alcanzá.
-Parece una bibliografía. No vale nada.
Al azar entreabría el volumen.
-Son versos.
-¿Qué dicen?
Leí en voz alta:

Yo te adoro al igual de la bóveda nocturna
¡oh! vaso de tristezas, ¡oh! blanca taciturna.

Eleonora -pensé- Eleonora.

y vamos a los asaltos, vamos,
como frente a un cádaver, un coro de gitanos.

-Ché, ¿sabés que esto es hermosísimo? Me lo llevo para casa.
-Bueno, mirá, en tanto que yo empaqueto libros, vos arreglate las bombas.
-¿Y la luz?
-Traétela aquí.
Seguí la indicación de Enrique. Trajinábamos silenciosos, y nuestras sombras agigantadas movíanse en el cielo raso y sobre el piso de la habitación, desmesuradas por la penumbra que ensombrecía los ángulos. Familiarizado con la situación de peligro, ninguna inquietud entorpecía mi destreza."

Roberto Arlt, El juguete rabioso.



La fuente original de las imágenes es esta: http://curiousexpeditions.org/2007/09/a_librophiliacs_love_letter_1.html

15 de noviembre de 2008

La curva de Laffer

Vivo felizmente desinformada. Es decir: no leo los diarios (salvo los domingos el truchísimo horóscopos y los chismes que aparecen en el Popular, simplemente porque está sobre la mesa cuando me levanto), no compro revistas de actualidad (desde que salió hasta hace un par de semanas compraba la Ñ, pero ya me aburrió y decidi cerrar ese ciclo) y mis horarios de trabajo me impiden ver los noticieros de la tele, tanto los del mediodia como los de las siete-ocho de la noche; no me impiden ver, teóricamente, los de la medianoche pero yo misma me hago ese favor permaneciendo aquí sentada en la PC. A veces miro a la mañana canal 26, sólo para saber el pronóstico o minucias tales como si hay paro de trenes o algo por el estilo. En mi trabajo anterior estaba todo el día rodeada e invadida por las noticias: la tele y la radio estaban prendidas sin cesar y el único modo de evadirme de tanta "realidad" junta era calzarme los auriculares y poner música al mango mientras buscaba la décimoquinta forma de decir lo mismo que ya había dicho para Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Libra... etc.
Así y todo, ahora igual me entero de lo que pasa, pero no le doy la bolilla ni la atención que solía darle antes. Se me dirá que soy escapista, que prefiero hundir la nariz (y la mente toda) entre las páginas de un libro, vivir en una "fantasía" o en un "cuento de hadas", como alguien tuvo el tupé de decirme hace poco, suponiendo que la literatura no es más que eso (con lo que no hizo más que poner al descubierto uno de los grandes prejuicios que aún hoy día existen contra la literatura), o cualquier otra paparruchada por el estilo. Francamente, no me importa. Las noticias del mundo que yo busco son otras.
Así y todo, las alertas de Google, cada tanto me proporcionan algún dato sobre "lo que está pasando en este mismo instante". Y como es de público dominio, en estos momentos hay una debacle financiera mundial que quién sabe en qué terminará, si es que termina, o en qué se transformará o a dónde nos conducirá... Reitero: no me preocupa, pero esta nota me pareció interesante, en tanto no sólo presenta otra curva económica (los lectores y seguidores más antiguos de este blog recordarán la curva de Phillips) sino porque también habla de algo que parece ser el verdadero poder que domina al mundo (o al hombre): el pánico.
Y es extraño (o quizá no tanto), ya que 'pánico' proviene del dios griego Pan, protector de los rebaños y de la vida campestre, inventor de la siringa y pugnaz perseguidor de las ninfas del bosque, a quien, además de revestírselo con los atributos de los faunos y sátiros, se le atribuían los ruidos que retumban en valles y bosques sin que se sepa la causa de ellos... De allí que el terror que los persas sintieron en la batalla de Maratón fuera denominado 'terror pánico'. Y eran unos simples ruidos, muy probablemente producidos por otro dios, Eolo (el dios del viento). En fin: que si por algo tenían que tener miedo los persas no era por esos ruiditos sino por el ejército ateniense que se les venía encima...
Me pregunto entonces a qué le tendrán tanto miedo los Señores del Mundo.

12 de noviembre de 2008

Las gramáticas curvadas (o, al decir de Borges, las gramáticas torpedeadas)

Las alertas del Dios Padre Google no dejan de depararme sorpresas y posts. En este caso no es tanto la información suministrada por la nota que linkearé a continuación sino los dislates gramaticales y semánticos en los que incurre su autor los que me llevan a compartirla con uds.
Hace ya muchos años que estoy abocada a la ¿defensa? (pongámoslo así, aunque suena pomposo, derechoso, casi indecoroso) del buen uso (o sea: el uso adecuado al contexto) de nuestro bellísimo idioma. Esto que parece casi una antigualla de museo (o una declaración absolutamente subversiva y revulsiva, verdadero torpedo socavador del statu quo -pronunciése 'statu quó' y no 'qúo', por favor- actual) en los tiempos que corren no deja de ser para mí fundamental, en tanto creo, sostengo y afirmo que es el lenguaje el que nos configura como seres humanos y pensantes: el lenguaje nos hace y nos permite dar cuenta de eso que en algún otro lado he llamado 'la experiencia', entendida siempre en términos filósoficos. Vale decir que cuanto mejor usemos esta herramienta de la que no podríamos carecer, mejor pensaremos, mejor razonaremos, por ende mejor actuaremos y menos posibilidades tendrán los Señores del Mundo (ya se imaginan quiénes) de sojuzgarnos y someternos a sus arbitrios (a la mierda, resultó que la mina era bastante zurdita... ja ja).
Es por ello que deploro que la gente "común" escriba con faltas de ortografía, que tenga serias deficiencias a la hora de redactar hasta la idea más peregrina y sencilla, que no tengan capacidad alguna de retención, de memorización, de argumentación... Pero más me indigna y subleva cuando los que caen en esas trampas son otros escritores, periodistas, y cualquier otra persona vinculada a la comunicación, en especial inserta (o insertada) en medios de comunicación masiva como son éstos que me permiten vociferar mi prédica... Inútil prédica quizá, tan inútil como la poesía, pero no por ello dejaré de hacerlo y de hacerlo con humor, puesto que una cosa no quita la otra.
Revisando mis alertas, me encontré hoy pues con esta nota, en la que se cometen numerosos atropellos, dignos de ser mencionados y elucidados:

1) Ya el título es, por lo menos, un disparate semántico: "Revelan la enfermiza vida de las momias de Guanajuato". ¿Eso quiere decir que las momias están vivas? (¡socorro!) ¿Que se elevarán de sus sepulcros y saldrán a asustar? (música de fondo: la momiaaaa, la momiaaaa, claro). ¿Que empezarán a quitarse sus vendas y saldrán a mostrar sus interiores rellenos de estopa u otras sustancias menos nobles? El redactor quiso decir, creemos, que lo que se reveló es la terrible (y no 'enfermiza', querido mío) vida que esos cuerpos benditos llevaron antes de ser venerables o espantables momias.

2) "... los diversos padecimientos que sufrieron muchos de los cuerpos, hoy de gira por varias ciudades del país.": si por un lado arregla lo que había desarreglado en el título, esta frase vuelve a contradecirlo, puesto que los cuerpos "están de gira por el país", como si fueran estrellas de rock. ¿Estará el Eddie de Iron Maiden perdido entre ellos, acaso?

3) El primer y segundo párrafo de la nota yerran que da calambre (o artritis): no sólo se les sigue dando vida a las pobrecitas momias sino que el segundo párrafo es una bestialidad sintáctica que ningún periodista o comunicador social que se precie de tal podría permitirse cometer. Si usted, querido redactor, encabeza su frase con un "según" inmediatamente después tiene que aclarar según qué o según quién, de acuerdo al contexto y jamás (¿me oye -o lee- bien?), jamás, reitero, dar por supuesto que es 'según' lo que dije en el párrafo anterior, ¡que encima está separado por un punto aparte y un espacio activo para más inri! ¿Es que ya nadie enseña lo que es la coherencia y la cohesión de los textos? ¿Es posible que nadie vuele de ira al leer barrabasadas como éstas? ¿Es que a nadie le importa ya un comino de nada? (y aquí no puedo dejar de oír a mi amigo D. diciéndome que sí, que en efecto, Princesa, a nadie le importa un comino o un pimiento o un espárrago de absolutamente nada).

4) "... alguno de estos padecimientos tuvieron que ver con los sobrenombres con los que han sido bautizados, algunas de las momias, como es el caso de una mujer con la columna curvada": hablábamos antes de cohesión y coherencia... hablemos ahora de otro tema espinoso, la concordancia (de género, en este caso). Señor mío: vaya a saber por qué razón usted hace concordar sujetos y predicados que no se corresponden entre sí y encima lo hace 'hacia atrás' en lugar de hacerlo hacia adelante... Los sobrenombres (sujeto) no deben concordar con los padecimientos sino con las momias, por lo que lo correcto y adecuado es: 'los sobrenombres con los que han sido bautizadas algunas de las momias...'. Y conste que me ahorro aquí una guarangada, que es lo menos que se merece el tipo por haber puesto una coma donde no había necesidad alguna de ponerla. ¡Oiga, si quiere ser periodista, aprenda a poner las comas en su lugar!

5) "Este año, las momias que han sido sacadas de los nichos del Panteón de Santa Paula —en total— contribuirán con al menos 20 millones de pesos, más lo que generen los dos “contingentes” que están de viaje y posando en las ciudades de Monterrey y Tijuana, al erario municipal": cito, para cerrar, el último párrafo no porque incurra alguno de los dislates anteriores sino por lo que implica a un nivel digamos ontológico o existencial. ¿Qué quiero decir con esto? La muerte de paseo. La muerte viajando y posando para las fotos con los turistas. Lo funerario exhibido como una mercancía cualquiera más... y hasta se da el detalle de lo que la gira de Las Momias Guanajuatenses -buen nombre para una banda de 'rock básico acelerado'- va a arrojar como saldo final, reduciendo toda trascendencia y todo posible hallazgo científico -saber más, en efecto, acerca de la vida de esos seres que ahora yacen momificados también por el dinero que pueden generar- a un espectáculo de circo, a una jugosa entrada en las arcas municipales, es decir, a la banalización más nauseabunda que existe.

No sé a ustedes, pero a mí estas cosas me dejan pensando...

10 de noviembre de 2008

This is not spam, this is a curved and deviated post

¿Qué es spam? ¡¡¡Un correo no deseado o no solicitadooooo!!! oigo gritar desde el fondo de la red. Pero, ¿alguien sabe de dónde viene la palabra y qué significaba originalmente? Por si todavía hay alguien que no lo sepa, los redirijo a este excelente sitio y mientras tanto les cuento brevemente que el spam era una comida enlatada, del estilo de lo que aquí se conoció como "Viandada" (elaborada por Swift, no precisamente Jonathan, cuack!), sólo que en lugar de ser de carne vacuna, era de cerdo. Los geniales e inigualables Monthy Phyton (¿no me digan que no los conocen??? desásnense ya, por favor!) inmortalizaron el spam en uno de sus sketchs. Alguien va a un restaurant y al pedir la carta, todo viene con spam, ¡incluído el spam! De ahí que se lo tomara para designar a esos molestos correos que ora llegan con publicidades de inverosímiles "enlargements", remedios a precios aún más inverosimíles u ora llegan con estas desopilantes parrafadas, obras maestras del Babel Fish (¿tampoco conocen al robot depresivo Marvin? ya, desásnense de inmediato!) o cualquier otro traductor. Por lo general, ni siquiera abro estos correos, sino que los elimino directamente, pero hoy se me dio por abrir el que les copio debajo y luego del desternillamiento general de risa, decidí que sería un buen posteo para arrancar la semana con la famosa "nota de humor" (ay, las lógicas periodísticas que de a poco regresan a mí!). Presten atención y preparen la mandíbula (en negrita y color los pasajes más desopilantes):

Hola Bueno dia,
Me gusto ponerme en contacto contigo para explicarte mi situacion. Mi nombre es Srta. Marie Patrick de la única hija de último padre Sr. Jona Patrick de Costa de Marfil (AFRICA) . Mi padre era un comerciante muy rico de cacao en Abidjan, la capital económica de Costa de Marfil, a mi padre ha sido envenenado y es matado por sus asociados de asuntos sobre , una de sus paseos en viaje de negocios.
Mi madre se murió cuando era un bebé y desde entonces mi padre lo ha tomado tan especial. Antes de la muerte de mi padre en octubre de 2004 en un hospital privado aquí en Abidjan él me llamó secretamente por su parte y me indicó que tiene la suma de $6,500,000, fue en la dentro un caja en la un empresa de seguridad aquí en Abidjan es él que empleó mi nombre como su sola hija para el próximo de los padres depositando fondos. él mi, explicó también que era debido a esta riqueza que fue envenenado por sus asociada de asuntos. Que debería buscar a un asociado extranjero en un país de mi elección donde lo transferiría este dinero y lo emplee para el objetivo de inversión como la gestión de bienes inmuebles o la gestión de hotel.
Caro, busco honradamente su ayuda de las siguientes maneras: (1) para proporcionar una ayudar para reclamar el dinero. (2) para servir de encargado de estos fondos puesto que yo tienen solamente 21 años. (3) para hacer el acuerdo para que venga en tu país para mi educación y para fijo una autorización de residencia en su país.
Por otra parte, caro, estoy dispuesto a ofrecerles un 15% de toda la suma como compensación por su esfuerzo/entrada después de la transferencia triunfada de estos fondos en su cuenta nombrada en ultramar.
Además indican sus opciones para ayudarme mientras que creo que esta transacción se concluiría en catorce (15) días en que significan el interés en ayudarme.
Prever a tener de sus noticias pronto.
Que Dios te bendiga
Srta. Marie Patrick

La señorita Marie Patrick ha tenido sin duda una vida desgraciada: como habrán visto, su madre murió cuando era un bebé, por lo que es posible preguntarse entonces a qué edad la tuvo (¿quizá mientras ella misma estaba en el útero de su madre?); no se sabe cuántos padres ha tenido, ya que se habla de los "próximos" (quizá se refería a adinerados amantes, pero vaya usted a saber); tampoco está muy segura de ser una sola, como grita ese "yo tienen", desnudando así la falsedad de la unidad del yo, tal como preconiza el psicoanálisis; luego, la transferencia triunfada parece un excelente nombre para una compañía de seguros trucha o algo por el estilo o bien, puede tratarse, ya que hablamos de psicoanálisis, de una transferencia lograda entre médico y paciente, pero de nuevo vaya usted a saber, mientras que los catorce días que puestos en números se transforman en 15 merecen alguna reflexión del tipo: ¿está muerto ya el capitalismo o está más vivo que nunca?
"Marie Patrick" y otros estafadores de similar calaña parecen indicar que no ha ingresado, siquiera, en terapia intensiva, a pesar de tanta bolsa caída, de la llegada del poder negro a EUA y del desbarajuste diario nacional.

3 de noviembre de 2008

Curvas poéticas internacionales!

Ya casi me había olvidado de esto. Cuatro años atrás (hoy lo comprobé) me llegó una convocatoria para una antología de poesía erótica escrita por mujeres. Ni lerda ni perezosa envié por mail una selección de poemas ligeramente eróticos (o bien, ligeramente alabatorios del cuerpo de cierto músico de cuyo nombre ya no quiero acordarme) y he aquí el resultado. Cuatro años después la antología es un hecho y uno de los poemas incluidos es mío!!!
Si quieren leer el poema, visiten poematriz, je je.
Una novedad, para los cholulos del blogguerismo (¡qué parecido suena a bovarismo, ay!) como yo: ya está a su disposición el gadget para convertirse en seguidor de este blog! No sé muy bien de qué se trata pero poematriz ya tiene un seguidor y este, que es "mi blog principal", aún no tiene ni uno! ¿Quién será el primero? ¿Será mi amigo D.? ¿Será alguien que aún no conozco? ¡No sean tímidos, que la tímida ya soy yo! Sé que están ahí, háganse ver, sus palabras no molestan, al contrario!
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