13 de julio de 2008

Un poema con curvas en un domingo de muchas idem

Para no aburrirlos (y aburrirme) con las alertas de Google, hoy prefiero postear un poema viejito que encontré hace poco con un par de curvas interesantes. Lo subo sin corregir, tal como salió del magín. Creo que no está tan mal, a pesar del obvio juego con el cisne rubendariano.
Y ya que aquí también se trata de desvíos, aprovecho para reflexionar brevemente acerca de ese adjetivo que deslicé por allí: "obvio juego". ¿Obvio para quién? ¿Obvio según quién? ¿Qué tan obvio es lo que a mí me parece irrefutablemente obvio? Preguntas como éstas surgen, gracias a Dios, cuando uno empieza a corregir "seriamente" su trabajo. Cuando empieza a pensar que escribir, o que "la Literatura" (lo pongo con mayúsculas a propósito), no es un ejercicio de alegre ombliguismo sino que es un "para": del otro lado hay alguien. Alguien nos lee. Si de verdad queremos hacer algo que valga la pena, nunca lo lograremos si no somos conscientes de ello. Entonces, retorno: la alusión al cisne de Rubén Darío (no Insúa, cuac) es obvia para mí, pero puede ser novedosa, extraña y hasta completamente desconocida para otros. Para ese otro posible lector que está del otro lado (de algún otro lado) y que hace posible, justamente, esto (la escritura, la literatura).

“El día es un cisne anclado en la memoria” MARIA EUGENIA CASEIRO

no hay día que no amanezca
alabiada en el promontorio de sus plumas
en la curva que lo interrogaba
—¿acerca de qué?— al poeta azul de tientos

no hay día en que la memoria
también se curve en sus interrogantes blancos y adustos
urgiéndome de respuestas y cosquillas
mariposas de un vuelo neutro

no hay día que no sepa desgajar una flor
de las alas de su cisne hambriento

(16/10/04)

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