28 de febrero de 2008

Dar con el tono

Iba a hablar de otra cosa hoy, pero me la reservo para otra ocasión (que no faltará, debido a la frecuencia diaria que le he impuesto a este blog). Y es precisamente de blogs de lo que deseo hablar en este momento, en otra muestra más de lo que puede constituir un desvío al propio desvío.
En verdad pensaba hablar del Quijote hoy, del Quijote como EL GRAN DESVIADO, o el desviado, al menos literario, por naturaleza, por derecho propio. Pero con motivo del cuarto centenario de su publicación, cuando aún editaba y dirigía el boletín literario La Granda Milito (al que aún pueden suscribirse, al menos para consultar y bajar del archivo los números publicados en Word), hicimos un número doble en el que expresé gran parte de lo que pensaba acerca del personaje y del libro en sí. No obstante lo cual me explayaré en algún momento sobre Quijano-Quijote como el gran desviado, pero no será hoy.
Hoy, ahora, con hambre, con un poco de sueño, con el cansancio de un día de trabajo en la oficina-redacción (alguna vez revelaré a qué me dedico exactamente, je je), tengo ganas de decir que después de varios intentos, he dado con el tono que buscaba en este blog. Muy perfectible aún pero bastante cercano a lo que yo quería lograr cuando fundé rumiante, mi supuesto blog oficial. Precisamente, vengo de allí. Y no sé qué hacer con él. Sé que esto es parte de mi propia neurosis y quizá haría bien en no exhibirla tan alegremente, pero teniendo en cuenta que en la red se exhiben cosas mucho peores... Quiero decir que no sé qué hacer con ese blog porque nunca le encontré, -ni me molesté demasiado en, justo es reconocerlo-, el tono, tal como sí parece que lo he encontrado ahora.
La idea-fuerza de ese blog era hablar y reflexionar sobre poesía pero por diversos imponderables nunca logré hacerlo más que en ciertos posts (el de las maquinitas, el de la contemporaneidad de la poesía y no mucho más). Y lo logré en forma errática cuando mi idea era que fuera una reflexión constante y fluida, que fuera retroalimentándose a sí misma y con los comentarios de los navegantes ocasionales... Quería también algo más periodístico, menos autorreferencial... No sé, quería muchas cosas que no supe cómo lograr. Aquí, en mis curvas, pretendía menos cosas y las fui encontrando sin dificultad. O al menos encontré el camino expedito hacia ellas.
Hay algo más, desde luego, respecto a ese blog, que prefiero callar precisamente para no "ensuciar" este blog con eso y volverlo inhabitable también. Así pues he estado meditando qué hacer y tal vez lo más viable sea refundarlo aquí, en Blogger, y dedicarlo exclusivamente a lo que fue destinado, es decir, la poesía y la reflexión sobre ella. Con algún poema ocasional, pero preferiblemente no, a no ser que ilustre alguna hipótesis. Aún no me decido pero es probable que así lo haga.
"I believe there is a sign in the audience that says what's the secret word for tonight. The secret word for tonight is..." dice Frank Zappa en un momento del concierto en el que dirigió al Berlin Ensemble y del cual se grabó uno de sus discos más memorables, The yellow shark. Por supuesto, nunca dice cuál es la palabra secreta. Sólo silencio después de eso y luego música, su maravillosa e inigualable música. Y toda esa frase, en realidad, es una especie de "¿Y?" gigantesco, un "¿y?" como el que me imagino en los hipóteticos o futuros lectores de este post.
O sea: ¿y a mí qué? Fundá tu blog de nuevo, tirá el anterior, hacé lo que quieras, a mí qué me importa. Qué corno me importan tus razones neuróticas, tus traumas y tus obsesiones. Ya sé. Pero eso no me impedirá hacerlo. Ya sé que a nadie o a casi nadie le importa este parloteo en el vacío (o en un casi vacío). Pero de eso se trata también un blog. De lo que le pasa a quien lo escribe, lo funda y refunda cada día. Más interesante a veces, completamente anodino o supliciantemente aburrido otras. "Como la vida misma", odiosa frase de teleteatro argentino ochentoso.
Entonces, como la vida misma, comunico que quizá haya un rumiante blogger en el que espero poder hacer lo que yo quería hacer en el rumiante primero y no me salió. No está mal, creo yo, reconocer que algo no nos salió e intentarlo de nuevo. Intentarlo cuantas veces haga falta. No dejar de intentar ni de hacer ni de crear porque "a nadie le vaya a importar". No importa, y no por razones ególatras sino todo lo contrario: el otro siempre está. Yo sé que del otro lado hay alguien. No importa quién. Ese alguien está y no es una proyección de mi atribulada cabecita. Para ese imponderable e inasible alguien se escriben todas las palabras de este mundo. Y que "alguien" venga a discutírmelo.

AP

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