28 de febrero de 2008

Dar con el tono

Iba a hablar de otra cosa hoy, pero me la reservo para otra ocasión (que no faltará, debido a la frecuencia diaria que le he impuesto a este blog). Y es precisamente de blogs de lo que deseo hablar en este momento, en otra muestra más de lo que puede constituir un desvío al propio desvío.
En verdad pensaba hablar del Quijote hoy, del Quijote como EL GRAN DESVIADO, o el desviado, al menos literario, por naturaleza, por derecho propio. Pero con motivo del cuarto centenario de su publicación, cuando aún editaba y dirigía el boletín literario La Granda Milito (al que aún pueden suscribirse, al menos para consultar y bajar del archivo los números publicados en Word), hicimos un número doble en el que expresé gran parte de lo que pensaba acerca del personaje y del libro en sí. No obstante lo cual me explayaré en algún momento sobre Quijano-Quijote como el gran desviado, pero no será hoy.
Hoy, ahora, con hambre, con un poco de sueño, con el cansancio de un día de trabajo en la oficina-redacción (alguna vez revelaré a qué me dedico exactamente, je je), tengo ganas de decir que después de varios intentos, he dado con el tono que buscaba en este blog. Muy perfectible aún pero bastante cercano a lo que yo quería lograr cuando fundé rumiante, mi supuesto blog oficial. Precisamente, vengo de allí. Y no sé qué hacer con él. Sé que esto es parte de mi propia neurosis y quizá haría bien en no exhibirla tan alegremente, pero teniendo en cuenta que en la red se exhiben cosas mucho peores... Quiero decir que no sé qué hacer con ese blog porque nunca le encontré, -ni me molesté demasiado en, justo es reconocerlo-, el tono, tal como sí parece que lo he encontrado ahora.
La idea-fuerza de ese blog era hablar y reflexionar sobre poesía pero por diversos imponderables nunca logré hacerlo más que en ciertos posts (el de las maquinitas, el de la contemporaneidad de la poesía y no mucho más). Y lo logré en forma errática cuando mi idea era que fuera una reflexión constante y fluida, que fuera retroalimentándose a sí misma y con los comentarios de los navegantes ocasionales... Quería también algo más periodístico, menos autorreferencial... No sé, quería muchas cosas que no supe cómo lograr. Aquí, en mis curvas, pretendía menos cosas y las fui encontrando sin dificultad. O al menos encontré el camino expedito hacia ellas.
Hay algo más, desde luego, respecto a ese blog, que prefiero callar precisamente para no "ensuciar" este blog con eso y volverlo inhabitable también. Así pues he estado meditando qué hacer y tal vez lo más viable sea refundarlo aquí, en Blogger, y dedicarlo exclusivamente a lo que fue destinado, es decir, la poesía y la reflexión sobre ella. Con algún poema ocasional, pero preferiblemente no, a no ser que ilustre alguna hipótesis. Aún no me decido pero es probable que así lo haga.
"I believe there is a sign in the audience that says what's the secret word for tonight. The secret word for tonight is..." dice Frank Zappa en un momento del concierto en el que dirigió al Berlin Ensemble y del cual se grabó uno de sus discos más memorables, The yellow shark. Por supuesto, nunca dice cuál es la palabra secreta. Sólo silencio después de eso y luego música, su maravillosa e inigualable música. Y toda esa frase, en realidad, es una especie de "¿Y?" gigantesco, un "¿y?" como el que me imagino en los hipóteticos o futuros lectores de este post.
O sea: ¿y a mí qué? Fundá tu blog de nuevo, tirá el anterior, hacé lo que quieras, a mí qué me importa. Qué corno me importan tus razones neuróticas, tus traumas y tus obsesiones. Ya sé. Pero eso no me impedirá hacerlo. Ya sé que a nadie o a casi nadie le importa este parloteo en el vacío (o en un casi vacío). Pero de eso se trata también un blog. De lo que le pasa a quien lo escribe, lo funda y refunda cada día. Más interesante a veces, completamente anodino o supliciantemente aburrido otras. "Como la vida misma", odiosa frase de teleteatro argentino ochentoso.
Entonces, como la vida misma, comunico que quizá haya un rumiante blogger en el que espero poder hacer lo que yo quería hacer en el rumiante primero y no me salió. No está mal, creo yo, reconocer que algo no nos salió e intentarlo de nuevo. Intentarlo cuantas veces haga falta. No dejar de intentar ni de hacer ni de crear porque "a nadie le vaya a importar". No importa, y no por razones ególatras sino todo lo contrario: el otro siempre está. Yo sé que del otro lado hay alguien. No importa quién. Ese alguien está y no es una proyección de mi atribulada cabecita. Para ese imponderable e inasible alguien se escriben todas las palabras de este mundo. Y que "alguien" venga a discutírmelo.

AP

27 de febrero de 2008

Googleando curvas (blog search)

Estos días de inspiración escasa (suponiendo que exista la tal cosa llamada 'inspiración' y suponiendo que yo crea en ella) me las he rebuscado para cumplir con mi consigna autoimpuesta de "un-post-por-día" googleando las keywords que dieron vida a este blog. Hoy no fue la excepción y grata fue mi sorpresa al encontrarme con un bello y extraño objeto matemático para exhibir, con los debidos créditos, aquí mismo. Y de paso aprovecho para una breve reflexión.
Nunca me gustó la matemática. Los números siempre me parecieron entes incomprensibles, inasibles -como la palabra última, final, me objetaréis, pero ni siquiera como ella- y, para peor, nada atractivos, ni misteriosos ni musicales como las palabras, esos otros entes no sé si incomprensibles pero sí definitivamente inasibles.
Siempre me di de patadas con la matemática: si en la escuela primaria me fue más o menos bien luego de algunos tropezones iniciales (siempre recuerdo los llantos y lloros que me provocó mi ineptitud declarada ante una "simple división" la primera vez que tuve que enfrentarme con ella), en la escuela secundaria comenzó a irme cada vez peor hasta que en quinto año, el último a la sazón, el profesor, antes de ponerme la nota que me iría a salvar de llevármela a marzo, musitó "¿vos vas a estudiar Letras, no?" y ante mi trémulo "sí" me liberó para siempre de ellas. De las odiosas matemáticas. Estudié Letras, sí, aún no me recibo, no sé si me recibiré, pero siempre alego que una de las razones por las que decidí estudiar Letras es justamente no vérmelas nunca más con las señoras matemáticas.
Pero ahora, hete aquí, mi propia literatura me trajo de nuevo hasta ellas y me alegro de que lo haya hecho, ya que nunca nadie -bueno, a excepción, de un tiempo a esta parte, del multiprofesor y periodista Adrián Paenza- me dijo o me contó que la matemática podía ser tan interesante como la figura que les traigo aquí debajo. Si quieren saber más sobre ella, pinchen aquí y si quieren conocer al autor de gráfico y ver otros más, aquí.





Curva cuártica de Klein, diseñada por Greg Egan.


AP

P. D.: Por alguna razón que mi ciencia cibernética no logra descifrar la imagen de la bella curva cuártica permanece estática cuando debería moverse con un sugestivo ondular de adentro hacia afuera. En lugar de enloquecer, los remito al primer link citado donde podrán ver el movimiento en cuestión.


25 de febrero de 2008

Googleando desvíos

Consecuentemente con lo googleado ayer, hoy le tocó el turno a "desvíos". Después de los previsibles "desvíos de rutas" y más aún "desvíos de fondos" (éstos últimos en páginas de Argentina...), me encontré con unos desvíos mucho más agradables, que los invito a visitar sin duda alguna. Son una serie de dibujos así titulados -"Desvíos"- del artista argentino radicado en España Alejandro Blasi. Un verdadero hallazgo. Vaya aquí una muestra y no dejen de visitar la página en cuestión, muy bien hecha, por otra parte, algo que es de agradecer, siempre.


"Desvío Nº 10" - tinta sobre fotografía- Alejandro Blasi

AP

24 de febrero de 2008

Googleando curvas

Googleando me encontré con que hay muchas clases de curvas, matemáticas en este caso, algunas con nombres muy bellos como "tractriz" o más aún la "espiral áurea de Durero", presente en un cuadro del inimitable Salvador Dalí (ver el enlace debajo para más información al respecto):


Semitaza gigante volante, con anexo inexplicable de cinco metros de longitud.

Salvador Dalí, 1944-1945.

Más datos en Epsilones.

AP

22 de febrero de 2008

Discurriendo por los desvíos de la literatura

Interesante comentario el de Daniel Medina a "El escritor y el desvío, II". En lugar de contestarle allí, aprovecho para ponerme a discurrir aquí a propósito de su propuesta, de la que rescato lo siguiente:

"Allí donde la novela es, como propuesta (sospecho nuevamente), "trampa", porque atrapa (atrapar: Del fr. attraper, der. de trappe, trampa), el poema suelta, libera."

Es taxativamente cierto que la novela 'atrapa': ¿cuántas veces no hemos dicho "esta novela me atrapó"? Cientos. Ése es el mérito del género y del novelista: sólo si logra atraparnos en su sueño vívido podemos transitarlo sin fatigarnos, así tenga 50 o 1000 páginas. Las 1000 páginas del Quijote, las 1000 páginas de La regenta, las cientos y cientos de páginas escritas por Erica Jong, sólo por citar tres ejemplos que me son muy caros, se dejan leer con absoluta paz, con mórbida calidez, con el deleitoso abandono propio de los amantes, ya que sus autores se preocuparon por esquivar sus desvíos (o, como en el caso de Cervantes, los convirtieron en parte de la obra misma -recuédense las "novelitas" incluidas en el Quijote, como la novela del "Curioso impertinente" o las "bodas de Camacho"- y no sería ocioso mencionar aquí que las novelas eran, en aquel entonces, antes de que Cervantes las transformara en lo que serían luego, esas historias "exemplares" intercaladas entre otras historias, breves y sustanciosas, en ocasiones con moraleja incluida) y hacer que el río de la novela fluyera por los cauces adecuados.
Es igualmente cierto que el poema 'suelta' (let go, en inglés), a condición de haber sujetado de los pelos o de las orejas al poeta primero para que el poema pudiera manifestarse y ser, luego, ese dispositivo textual que nos permite liberarnos de demonios, fantasmas, fantasías y también de la fealdad, la crueldad y la hipocresía que reina en el mundo. El poema suelta porque quien llega hasta él ya está atrapado en todos estos miasmas que he mencionado y sólo a través de la belleza puede ver alguna salida. No necesita evasión (de la buena, se entiende), como el lector de novelas, sino liberación, más aún, rendición: porque ¿qué hace uno si no rendirse cuando lee un poema que le llega a lo más hondo, que le revela una parte de sí que no había visto -que no quería ver- o que le pone en la boca las palabras para dar cuenta de lo que estaba sintiendo en ese momento y su lengua se resistía a hacerlo por él? ¿Qué es ese sentimiento sino una rendición, una capitulación, el reconocimiento de que lo que está dicho allí yo no podría decirlo jamás así pero es exactamente eso lo que siento en mí?
Y aquí es donde creo que Daniel dice lo que a mí me hubiera gustado decir, justamente:

"Pero el poema (estanque) está siempre detenido, hasta que nuestra lectura lo movilice hacia nosotros mismos (movilizarse, pronominal). Quien tenga el valor de perforar ese apacible estanque, tendrá que vérselas, tarde o temprano, con la descomunal violencia con la que "sus aguas" romperán la paz que nos producía."


AP

21 de febrero de 2008

El contexto y el desvío

Estos días he estado pensando insistentemente acerca del contexto.
Me refiero específicamente al entorno verbal y no verbal en el que se dan algunos intercambios humanos. Éste, por ejemplo. Publicar posts en un blog me obliga a respetar ciertas normas no escritas pero que responden al contexto lingüístico y no lingüístico en el que me hallo. Si de pronto publicara un post que hablara de fútbol o de religión o de física cuántica (materias todas de las que nada sé, por otra parte, con excepción del fútbol), ello podría tomarse como una falta de ubicación en el contexto comunicativo en el estoy operando ya que he tratado, hasta el momento, de que todas las curvas y todos los desvíos tuvieran cierta coherencia o cierta temática común, aglutinada, precisamente en esos dos términos resumidores. Pero, por otra parte, bien se podría argüír que los desvíos están permitidos aquí, en tanto hablo de ellos con insistencia machacona. Más que hablar sobre ellos, intento reflexionar "en voz alta" (tan alta como se pueda en un blog más de los millones que ya existen) sobre diferentes desvíos a medida que se me van ocurriendo.
Pero, por otra parte, salirse de contexto o, más todavía, sacar de contexto es justamente uno de los procedimientos poéticos por excelencia, uno de los favoritos de las vanguardias históricas, por ejemplo. Cuando proponían recortar palabras y titulares de los diarios para "escribir" poemas con ellos (ejercicio que recomiendo a todos los poetas que se sientan bloqueados) no estaban proponiendo más que la exacerbación del procedimiento más poético por naturaleza, que es este sacar de contexto, arrancar a las palabras de su cotidianeidad gastada, opaca, utilitaria y devolverles su brillo, su infinita capacidad evocadora (¿qué palabra más evocadora de imágenes insólitas y bellezas de toda clase que 'lapislázuli', por ejemplo?), su maravillosa posibilidad de transformarse plásticamente frente a nuestros ojos en el objeto o la sensación evocados, quitarles la fea pátina del uso mundano, hacer que vuelvan a ser lo que son, más que etiquetas, más que simples nombres, más que un banal señalamiento (esto es una mesa, esto es una silla), volverlas los pedacitos intrínsecos de humanidad que sin duda son?

AP

19 de febrero de 2008

El escritor y el desvío, II

Ayer hablé sobre el escritor como experto -muy a su pesar- en desvíos y cité como ejemplo más cabal al novelista, pero ¿qué pasa con el poeta? ¿Puede ser también la poesía un desvío controlado?
No puse como ejemplo al poeta en mi reflexión curva y desviada de ayer porque creo que los desvíos que plantea la poesía son otros y muy diferentes a los que tiene que enfrentar un novelista. La poesía simplemente sucede (y en sentido barthesiano se diría que sucede en un lugar que está más allá del poema, que ni siquiera es el poema, pero me guardo esta reflexión para un futuro post rumiante) y el poeta, en realidad, es desviado de su "delicada tarea de vivir" (ay, bueno, ya caí en la egolatría de autocitarme, sabrán disculpar).
Cada vez que un verso o un atisbo de poema empieza a tintinear en su cabeza el poeta deberá abandonar la tarea que tenga entre manos y entregarse a ese llamado, so pena de perder, quizá, el mejor poema de su vida... o el peor. No importa. Lo que importa es que la poesía irrumpe, se presenta, dice "acá estoy, dame bola", flamea banderas, hace señas de todo tipo y guay del poeta que no le haga caso, que se esconda, que pretenda seguir muy orondo con lo que estaba haciendo. Cuando vaya a buscarla, la poesía, ofendida como una amante, simplemente lo mirará por sobre el hombro y se dará media vuelta, retirándose con aires de diva. Y no volverá por un tiempo lo suficientemente largo como para que el poeta se sienta perdido y desesperado y arruinado (lo que normalmente se dice "bloqueado") para que así aprenda la lección.
Durante la escritura del poema los desvíos que se suceden son diferentes a los que pueda experimentar el novelista. Mientras éste luchará para que los personajes y la trama se dirijan hacia un objetivo más o menos claro, el poeta podrá dejarse llevar por lo que los versos le vayan dictando (lo que otros llamarían "por la inspiración") ya que, en verdad, un poema no debería tener ni comienzo ni conflicto ni desenlace sino simplemente fluir, dejarse ser, dejarse estar (en el buen sentido de la expresión, si la tiene). Siempre tendrá tiempo para podar, corregir y realizar la labor limae necesaria. Además, la música intrínseca de las palabras y la música que generan al rozarse y al entrar en contacto entre sí también producen en el poeta ese estado de dejarse ir tan gozoso, muy diferente (aunque con un fondo muy parecido) al que puede experimentar el novelista.
Si la novela es un río que a duras penas se puede contener (no por nada existe la expresión "novela-río") el poema es una catarata que no cesa de caer y caer con delicada majestuosidad.

AP

18 de febrero de 2008

El escritor y el desvío

Una de mis nuevas ocupaciones, que me impuse yo misma, valga la aclaración, es pensar qué voy a poner en el post de cada día. Un post/una escritura que como creo haber deslizado al comienzo es un desvío de mis otras escrituras (la novela, los relatos y la poesía), un desvío que intenta ser un camino que me lleve de vuelta a ellas, con renovados bríos e ideas a ser posible.
No suele ser eso lo que sucede pero no importa. Lo que importa es que hoy venía pensando, libre ya del odioso viaje en colectivo hasta la periferia de Capital Federal, es decir a las puertas mismas del conurbano bonaerense, cuál podía ser un buen tema para el post de hoy, ya que había tenido un atisbo de uno mientras almorzaba en la oficina, pero no tuve la precaución de anotarlo y la idea, ligera cual brisa, se voló, se esfumó, y no volví a saber nada de ella, sólo que tenía que ver con el desvío y no con las curvas, pero eso fue todo. Y ahora ni siquiera estoy muy segura de esto... la cosa es que venía yo caminando hacia mi casa cuando se me ocurrió que el escritor era un experto en desvíos.
Más todavía, el texto es un desvío constante. Mejor aún: el texto logrado (editable, editado) es un desvío controlado. Si como la crítica genética (*) ha demostrado escritura no es más que reescritura, la selva del lenguaje y los mundos que gracias a ella se conforman en la cabeza del escritor no son más que diversas instancias de un desvío original o "cero". Pensemos en el caso más claro de todos, el del novelista: el novelista parte de una idea o conflicto central, cualquiera sea. Sin embargo, a poco que comience a escribir, sea que tenga todo preparado de antemano o se lance a escribir sabiendo poco y nada acerca de su idea/conflicto central, ésta poco a poco -o a pasos agigantados- comenzará a ramificarse, los personajes comenzarán a actuar por su cuenta y cuando el novelista recapitule se encontrará con que está muy lejos del punto de partida y que ha llegado hasta allí optando por un solo camino en desmedro de otros muchos cada vez que sus personajes o su idea central lo pusieron contra la espada y la pared, esto es, a la vuelta de cada esquina, como en un laberinto.
Toda vez que él intente llevar el agua para su molino, ésta querrá desbordarse y fluir libre por los campos. Toda vez que consiga detenerla tras de la muralla de una represa, una grieta finísima en el concreto dejará escapar los hilillos que, con su santa paciencia, terminarán por socavar la fortaleza. Toda vez que entube su arroyo de letras, los aromas y los miasmas se filtrarán y lo harán retroceder, recapacitar, mirar de nuevo todo el panorama y decirse, como el baqueano, "para allá", y aunque el arroyo se resista, lo llevará. Aún así, pequeños cursos de agua, muy pequeños ellos, siempre se desviarán a su gusto y piaccere.
Por eso decía que la escritura es un desvío controlado, hasta un punto, que es siempre el punto en el que el novelista se da por vencido, obtura como puede su río y le pone la palabra "Fin" agotado por tanto esfuerzo y se va, para citar un final inolvidable, como quien se desangra.


AP

(*) La crítica genética es una rama relativamente nueva de la crítica literaria a la que espero dedicarme algún día y que se ocupa de estudiar los manuscritos, anotaciones y otros documentos de vital importancia en el proceso de escritura de una obra literaria. Vale decir que se ocupa de los "pretextos" y de todos aquellos papeles que dieron por resultado la obra que hoy conocemos. Su objetivo es dar cuenta del proceso creativo como un aporte más en el estudio y profundización de los procesos intelectuales en general. Sus aportaciones específicas en el campo de la literatura pueden apreciarse en algunas de las "ediciones genéticas" de las más importantes obras de la literatura latinoamericana realizadas por la Fundación Archivos y la UNESCO, de las que sobresale sin duda alguna la edición del Martín Fierro (dirigida por Élida Lois), que incluye reproducciones facsimilares de las libretas donde José Hernández escribió la obra fundante de la literatura argentina.

15 de febrero de 2008

Sweeney Todd, un auténtico desviado


Anoche fui al cine a ver Sweeney Todd, la última película del director Tim Burton, protagonizada por su actor fetiche Johnny Depp. No soy fanática de Burton ni nada que se le parezca, aunque es indudable que su cine ya es una marca registrada dentro de la chata y anodina oferta de Hollywood en general. Sin embargo, y debido justamente a eso, a que Burton ha demostrado a lo largo de los años algo que muy pocos dentro del arte pueden mostrar, esto es, originalidad, esperaba mucho más del film.
Sweeney Todd está basado en una comedia musical de Broadway estrenada en 1979, cuya música fue absolutamente respetada por Burton y cuyo argumento fue ligeramente modificado a los fines del film. A su vez, dicho argumento hunde sus raíces en un motivo folclórico europeo, el del hombre cuya "vida perfecta" ha sido tronchada (o, cuac, desviada) de alguna manera y regresa años después transformado en otro para ejecutar su fría y esperada venganza. Así, Sweeney Todd (formerly known as Benjamin Barker) me recordó vivamente a otro personaje literario obsesionado (o presa de una obsesión): el capitán Acab, de la inmortal novela de Herman Melville Moby Dick. Al igual que Acab, Todd en un momento de la película exclama que aunque mate a otros cien desprevenidos clientes de su barbería no hallará satisfacción alguna hasta no aniquilar a su Némesis, el juez Turpin, quien no lo sólo lo encarceló injustamente sino que le robó a la mujer y la hija.
Huelga decir que la fotografía, la realización, el vestuario, la caracterización, la ambientación y los efectos especiales son absolutamente remarcables y perfectos. Las actuaciones no dejan de ser buenas y allí resalta el hecho de que todos los actores hayan salido bien parados del desafío de cantar y actuar al mismo tiempo, especialmente Johnny Depp, de quien poco se esperaba en este sentido (pero basta recordar que el bonito Depp supo tener una banda de rock en alguna ocasión). Capítulo aparte se merecería la música, especialmente la incidental, de una calidad orquestal superlativa. Hasta acá todo bárbaro. Bingus, bingui, como diría mi maestro Marcelo di Marco.
Pero en cuanto nos adentramos en la trama, la peli-comedia musical un poquitín sangrienta, un poquitín bizarra, sumamente darky, empieza a hacer agua. Como en un tragedia griega cada personaje está claramente delineado y no admite fisura alguna: el malo super malo del juez, el bufón bufonesco del signor Pirelli, el niñito hambrientamente dickensiano Toby, la núbil quinceañera hija de Todd, de quien se enamora el inocente marinerito Anthony, la aparentemente servicial y codiciosa Ms. Lovett y, por supuesto, el atormentado Todd, siempre con la idea fija de pasar por la navaja, como Acab por el arpón, a su enemigo mortal. No hay sorpresas: los buenos (Johanna, la hija de Todd, y Anthony) triunfan aunque su final queda relegado a la mente del espectador, ya que no lo vemos huir victoriosamente juntos, como todos deseamos que lo hagan; los malos, pasados sin piedad por el filo de Todd; la pérfida Ms. Lovett condenada a su propio infierno pestilente luego de que se descubra su mentira ("yo no dije que hubiera muerto, sólo que se había envenenado" es su taimada disculpa respecto del destino de la mujer de Todd tras su encarcelamiento) y Todd en medio del escenario, sin ningún deus ex machina que venga a redimirlo una vez que su propósito ha sido cumplido.
El tono de comedia negra que Burton le imprimió al film es más que acertado pero quizá hubiera sido deseable que se enfatizara aún más el contrastre con las partes verdaderamente tétricas y más aún, gore, del film (*), que por momentos, breves, decae ligeramente y hace que el espectador se empiece a remover inquieto en su butaca (cuando no, como al menos varias personas anoche, retirarse raudamente de la sala). Más allá de esto, la película es evidentemente buena pero lastiman un poco la retina los lugares comunes de la que está plagada, lugares comunes que uno, o al menos yo como neófita en el cine de Burton, hubiera esperado que no estuvieran o que estuvieran atenuados o transformados en algo un poquitito más elaborado.
Sirva todo este introito para mi reflexión curva y desviada del día: la vida de Benjamin Barker fue desviada. Él era un hermoso barbero con una hermosa familia hasta que un hombre investido de poderes terrenales decidió tronchar, desviar, cambiar eso para siempre. No pudiendo conseguir el amor de la mujer de Barker por medios lícitos decide tomar un atajo, un desvío: hacer desaparecer a Barker de la escena encarcelándolo y secuestrar a la esposa e hija ahora destinadas a la merced de Dios. Esa circunstancia fuera del libreto de una vida ordinaria y normal transforma al pacífico Barker en el asesino demoníaco Sweeney Todd. Y una vez que su vida ha sido desviada, no aceptará desvíos de ninguna clase: lo único que quiere es deshacerse del que lo despeñó en un infierno que él no quería, que nadie querría para sí, de una vez por todas y cuanto antes mejor. Sólo los buenos e interesados oficios de Ms. Lovett, otro desvío, otro personaje desviado, harán que Todd consume su venganza a su debido tiempo.
Entonces, una vez que su brazo está completo otra vez Todd avanza en línea recta hacia su objetivo y nada lo desvía de él. Sólo después de reparado el daño inflingido las cosas pueden volver a ser lo que eran. Así, al menos, lo creían los atiguos griegos, los creadores de la tragedia. Pero, ¿qué puede volver a ser igual después de torcer tanto el rumbo que Benjamin Barker ya ni siquiera existe y será, para siempre, Sweeney Todd, el demoníaco barbero de la calle Fleet? Esto es: ¿se puede volver del desvío una vez consumado?

AP

rumiante y curvilínea

(*) Las partes gore no son aptas para impresionables. Me hicieron recordar las épocas en las que escuchaba heavy-metal a todo trapo, leía sin espantarme a Poe y a Lovecraft y me encantaban las películas de terror.



13 de febrero de 2008

El desvío y la transgresión

Un amigo virtual, presente ya en esta petit blogosfera (ver "Pensamientos desviados"), me envía un artículo sugestivamente titulado "El desvío como negación y preludio", perteneciente a un movimiento de vanguardia de fines de los años '50, cuya existencia ignoraba hasta hoy (y eso que las vanguardias históricas y no históricas siempre me interesaron sobremanera), llamado "Internationale Situationniste".
Lo relevante del artículo, relevante para mi actual desvío -que es este blog, que amable y astutamente me desvía de mi escritura troncal: la poesía, los relatos, mi novela- es su primer párrafo (tal y como suele suceder en la mayoría de los casos: los autores, sobre todo los de corte académico, disparan sus mejores balas en los primeros párrafos y el resto no es más que los residuos sonoros del estampido, el humo que aún sale del revólver, el aroma a pólvora detonada y estallada contra algún cuerpo, objetivo, pared o aire simplemente), que cito hic et nunc:

"El desvío, es decir, la reutilización en una nueva unidad de elementos artísticos preexistentes, es una tendencia permanente de la vanguardia actual, tanto antes como después de la constitución de la I.S. Las dos leyes fundamentales del desvío son la pérdida de importancia -llegando hasta la pérdida de su sentido original- de cada elemento autónomo desviado, y la organización al mismo tiempo de otro conjunto significativo que confiere a cada elemento su nuevo sentido." (*)


Signíficase, a mi modesto entender, que la práctica del desvío hace que, al menos en el campo del arte, el camino original (o lo que ayer denominé ligeramente 'nomos', trasliteración no literal de la palabra griega que refiere a la ley, la norma o aquello que posibilita la fundación de tales instancias) del que se desprendió esa opción termine perdiendo toda relevancia en tanto su sentido original se licúa en los vericuetos, desviados, corridos, del desvío. Por ejemplo, se me ocurre que ello podría suceder con la parodia de una parodia, donde el objeto original ha dejado de ser el objeto a parodiar puesto que lo que se parodia es, precisamente, su parodia.
Al mismo tiempo, como sostiene el artículo, esa nueva parodia, para seguir con el ejemplo, instaura una nueva red de significados, pasibles de ser desviados a su vez, es decir, parodiados, tomados en otro sentido, puestos en otro contexto... y aquí llegamos a uno de los mecanismos fundamentales de cualquier procedimiento de vanguardia: la descontextualización, o bien, la recontextualización de un objeto en un nuevo contexto, que lo inviste de nuevas significaciones: las que traía de su contexto anterior se modifican y readaptan; las nuevas surgen de su contacto con un hinterland, por así decirlo, que no le es propio. De allí a la poesía, hay sólo un paso.
O, mejor dicho, de allí al discurso lírico hay un sólo paso, al menos en la visión de autores como Karlheinz Stierle, quien sostiene que la poesía es, simplemente, "la transgresión de un esquema discursivo preexistente". ¿Un ejemplo contundente? El "Exvoto a las chicas de Flores" de Oliverio Girondo, pero podría citar cientos (**). Cualquier poema logrado, cualquier poema en el que la poesía acontezca ha transgredido de uno u otro modo, un esquema discursivo preexistente. La famosa "Carta del vidente" de J. A. Rimbaud es otro ejemplo cabal de esto que digo. Y no está escrita en verso, precisamente. Ni con alineación centrada.
Y ahora que lo pienso: transgresión = desvío.
Y así volvemos al comienzo de este post después de haberme ido, precisamente, por el desvío de la poesía y, lo mejor de todo, sin haberlo previsto cuando empecé a escribir esto.
Eso sí que es un auténtico y maravilloso desvío.

AP

rumiante y curvilínea

(*) Aparecido en 1959 en Internationale Situationniste, # 3. Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid, 1999.

(**) ¿En qué sentido Girondo transgrede un esquema discursivo preexistente en ese texto? El título nos da la clave: lo llama "exvoto", que es un tipo de texto de corte religioso, y cuando accedemos al texto girondino vemos que cualquier religiosidad ha sido dejada de lado e incluso el texto es francamente procaz y provocativo. Esa es apenas una primera manera de transgredir un esquema discursivo en el sentido que lo plantea Stierle. Así trabaja la mayor parte de la buena poesía, de la poesía que trasciende y va más allá, justamente porque en su ser intrínseca está la transgresión como primer mecanismo generador.

12 de febrero de 2008

El desvío y lo desviado

¿Qué es un desvío? Un camino alternativo. Figuradamente, una opción no prevista o si se quiere un aspecto no considerado como posible dentro de un todo. Un desvío es una posibilidad que no había sido tomada en cuenta con anterioridad, que siempre estuvo ahí pero que sólo cuando ciertas circunstancias se dieron cita hicieron posible su aparición.
¿Qué es lo desviado? Lo que se sale de la norma, de la recta vía, del camino conocido. Lo desviado es lo que de alguna forma lacera nuestra comprensión de los hechos del mundo proponiéndonos su propia norma. Una norma que no terminamos de comprender, aunque tenga un basamento más o menos comprensible. Algo que está al margen porque no estaba comprendido dentro del nomos rector que lo hace posible. Es decir: que tiene una vinculación frágil o lábil con aquello de lo que se desvía, una relación mutable, variable, pasible de muchas interpretaciones.
El desvío nos muestra otra posibilidad.
Lo desviado nos enseña esa otra posibilidad posible plasmada de una forma que no lo imaginábamos, inmersos en nuestras propias leyes, nomos y posibilidades.

AP
rumiante y curvilínea

11 de febrero de 2008

Citas: el desvío intencionado

Citar: ¿no es acaso una lectura desviada? Más todavía: ¿no es un desvío intencionado? Te estoy hablando de esto y para ratificar que te hablo de esto y de ninguna otra cosa, cito el texto de Fulano sobre... ¿algo muy parecido a esto? ¿algo diametralmente opuesto a esto de lo que te hablo? ¿algo que ni remotamente tiene que ver con esto pero que a mí me sirve para exponer mi punto de vista contra viento y marea? Tal vez.
Soy una citadora procaz. Voraz. Siempre cito, aunque mi memoria ya no suele ser tan buena como solía y me deja de a pie en más de una ocasión. Pero así y todo, cito. ¿Desvío intencionadamente el foco de la lectura? Quizás. ¿Abrevo en otras aguas que sostengan lo que yo no me atrevo a sostener? Esa podría ser una versión timorata de la cita, sobre todo de la cita de autoridad. No creo que sea mi caso. En la mayoría de los casos, si cito es porque el fragmento elegido, la porción desgajada de texto que vengo a incrustar en el mío propio ilustra perfectamente lo que quería decir. O bien: lo que creo estar diciendo, porque ¿estamos seguros alguna vez de estar diciendo lo que creemos estar diciendo?
Por eso, para este post, va una cita del libro que empecé a leer hoy y que me sorprendió gratamente (ojalá la sorpresa persista hasta el final):

"Yo tampoco lo sé, pero lo siento, escribí con el cuerpo, te digo. El secreto es res, non verba. Es decir, restaurar, restablecer, revolcarse. Ya ves, las palabritas la llevan a una de la nariz. Te arrastran, casi. Arrastrada me diría algún bienpensante de esos que sobran en nuestra patria. Y sí. Somos todos putas del lenguaje: trabajamos para él, le damos de comer, nos humillamos por su culpa y nos vanagloriamos de él y después de todo ¿qué? Nos pide más. Siempre nos va a pedir más, y más hondo. Como en nuestros memorables transportes urbanos, "un pasito más atrás", lo que quiere decir un pasito más adentro, más adentro de esa profundidad insondable desde donde cada vez nos cuesta más salir a flote y volver a sumergirnos. Ca-ra-jo. Por eso te digo con el cuerpo, porque ese meterse hasta el fondo sin fondo no lo puede hacer la cabecita sola."

Luisa Valenzuela
, Novela negra con argentinos (1991).

AP
rumiante y curvilínea

9 de febrero de 2008

Familia de curvas

Curva (camino, ruta, vía, senda, acera, vereda, calle, derrotero)

Curvo (tu cuello, tu sable, tus ojos)

Curvado (quizás el espíritu, posiblemente el humor)

Curvada (la letra, las uñas, las hojas de una magnolia fantástica e imposible)

Corvo, corva, Corcovado

Cuervo, cuerva (nevermore, nevermore)

Curvatura (aquello que se curva al contacto de tus manos, bajo los suaves pies del viento; aquello que describe una sinuosidad inusitada)

Curvación (acción y efecto de, lo acabo de inventar y decretar -y la RAE nada podrá)

Curvilínea (yo)

Curveante (la que munida de sus armas favoritas, las palabras, el lenguaje, los versos, la esquiva prosa que no es prosa, tiende a o procura que o intenta desnudamente que se diga algo de todo lo que bulle en su enrulada -curl, curly- y salvaje por momentos cabecita)

AP

rumiante y curvilínea

8 de febrero de 2008

Curvas y desvíos: presentación en sociedad

Hoy, un viernes nublado, abúlico, de dolor de cabeza y de pensamientos desordenados as ussual, me descubrí pensando, mientras pasaba frente al espejo del baño de la oficina: "Soy una mujer de muchas curvas y desvíos." La ocurrencia se quedó retumbando en las habitaciones desordenadas y algo caóticas de mi cerebro mientras me ocupaba de mis tareas habituales en la oficina, con un desgano cada vez mayor y con un ferviente deseo de salir corriendo y encerrarme en casita, otra vez... pero esta vez para fundar algo, de nuevo.
Curvas, desvíos. Curvas invitantes en el cuerpo, desvíos gozosos en la mente (no por nada mi blog oficial se llama "rumiante"; y ahora pienso, si ése es el oficial, entonces éste es mi proyecto paralelo y, como se sabe, los proyectos paralelos, los amantes, lo que está en los márgenes, quizá por su precisa/preciosa condición de 'cosa que está fuera de los límites habituales', suscitan más adrenalina, más excitación y más ganas de llevarlos adelante, al menos durante un tiempo).
Decía: curvas, sinuosidades, desvíos, parábolas, meandros, golfos, espirales, figuras helicoidales, ovoides, recovecos, cuevas, vericuetos... De eso se trata este blog, de todo lo que me desvía de mi objetivo principal (¡escribir!) y que a la vez me invita a escribir más también, llevándome por un camino, una curva que no había previsto, insinuándome un posible recorrido tan o más excitante que el anterior, un modo de poblar una soledad que desea dejar de serlo y no se atreve o no sabe/no se anima a lograrlo. Un modo de invitarlos al desvío a los lectores también, a la infinita recursividad del lenguaje, de la poesía y la literatura. Una apertura a las finitamente infinitas opciones, a los queridos laberintos borgeanos (más modestos, claro), un viaje por un ruta llena de curvas pronunciadas y peligrosas, que constantemente se abre en nuevos desvíos, que llevan a otros desvíos, otros y otros, heracliteanos siempre.
Con una única consigna: un post por día. Porque estimula y sienta bien. Porque curvas y desvíos hay todos los días. Y porque nunca sabemos cuál habremos de tomar esta vez. O la vez siguiente.

AP
rumiante y curvilínea
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